«Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?”. Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando. Jesús dijo: “Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis”. Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús». (Jn 12,1-11)
Entramos en la semana que nos conducirá a la muerte, pasión y resurrección de Aquel que se ha hecho como tú y como yo para librarnos de nuestras angustias y esclavitudes. “¿Me amas?”, le preguntó a Pedro por tres veces. Y hoy, Lunes Santo, este evangelio te pregunta: ¿Qué estás dispuesto a dar por este hombre? María vio al igual que Judas la resurrección de Lázaro; incluso Judas fue testigo de más curaciones y milagros de las que contempló María y, sin embargo, dos actitudes distintas que nos indicarán un resultado diferente en el Gólgota. Uno entregó a su Maestro, la otra lo amó hasta su muerte. ¿Qué le has dado tú a Jesús durante este tiempo de preparación cuando ha querido visitarte? ¿Le has ofrecido lo auténtico y costoso de tu vida, de ti mismo, de lo que es únicamente tuyo? ¿O por el contrario te has pasado el tiempo juzgando, criticando, murmurando de los demás y aferrado a lo tuyo?
¡Ánimo, hermano, que el Señor llama hasta la última hora! Aún es tiempo de acoger al Hijo de Dios y entregarle aquello que es más preciado para ti como signo de generosidad, de agradecimiento, de acogida. Esta actitud la han tenido todos los santos porque han descubierto en el Mesías la perla preciosa y han despreciado absolutamente todo por poseerla.
No interpretes como Judas. No vivas una Semana Santa más desde el balcón. El Señor te llama hoy a que te prepares a recorrer estos días con Jesucristo: a vivir cada momento que vamos a celebrar con intensidad, porque en cada uno de ellos el Señor da una respuesta a los acontecimientos que hoy construyen tu vida. En cada uno de ellos el Señor ha querido descubrirte su amor sin condiciones. Espero y deseo que recorras este año ese camino que te lleva a la libertad, a pasar de tus sufrimientos y angustias al descanso, la alegría y a la serenidad.
Ángel Pérez Martín