Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?» Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías.» Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?» Él dijo: «No lo soy.»
«¿Eres tú el Profeta?» Respondió: «No.» Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?» Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor», como dijo el profeta Isaías.»
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?» Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando (San Juan 1, 19-28).
COMENTARIO
Tu bien sabes Señor de mi incapacidad para dar testimonio. Mis obras distan tantas veces de mostrar lo que tu desearías de mi. ¡Qué lejos estoy de este gran profeta! Pero yo sé que por mi bautismo tu me has llamado a serlo. A dar testimonio de ti, de tu bondad de tu misericordia con mis pecados y debilidades. ¿Qué puedo decir de mi mismo?. Yo no soy para nada una “voz que grita en el desierto”, en el desierto de mi día a día, más bien al contrario, tantas veces me rodea la cobardía para hablar de ti. De lo bueno que eres y lo bien que me tratas. Soy torpe para distinguirte en los acontecimientos y escucharte en las cosas que me suceden a lo largo del día. Me pierdo en mis afanes, sufrimientos y problemas sin descubrir que tu estas en todo y que todo lo pones a mi servicio y para mi bien. Se que mi testimonio únicamente consistirá en dejarme conducir y descansar en ti todo lo que tengas preparado para mi este maravilloso “hoy” que me propongo disfrutar contigo.
No dejes que se me vaya de la mente que la virtud más eminente es hacer sencillamente lo que tengo que hacer y que sin tu ayuda será imposible conseguirlo. ¡Camina conmigo Señor! Yo se que tu carga es suave y tu yugo ligero y que lo que necesito es aprender siempre de ti que la mayor verdad es la humildad.
¡BUEN DÍA CON EL SEÑOR!