En aquel tiempo, subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los doce, les dijo por el camino: “Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará”.
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó: “¿Qué deseas?”
Ella contestó: “Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”.
Pero Jesús replicó: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Contestaron: “Podemos”.
Él les dijo: “Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre”.
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (San Mateo 20, 17-28).
COMENTARIO
“Mirad, estamos subiendo a Jerusalén…”: Jerusalén es el lugar en que te encuentras en tu vida, tu historia, el lugar dónde sufres, luchas, donde te dejas la piel, donde está tu cruz ¿Tu trabajo, tu familia, tu realidad de paro, de debilidad…? ¿Qué deseas?: como a la madre de los Zebedeos, te pregunta hoy a ti: ¿Poder, dinero, belleza, prestigio, inteligencia…? ¿Qué deseas? ¿Sentirte “realizado como persona”? ¿Cuántos ídolos más quieres colocar en el sitio que solo corresponde a Dios?
Meditación de S.S. el Papa Francisco:
.. Santiago y Juan, sostenidos por su madre, querían sentarse a su derecha y a su izquierda en el reino de Dios, según su visión jerárquica del reino. El planteamiento con el que se mueven, estaba todavía contaminado por sueños de realización terrena… Con la imagen del cáliz que han de beber, les da la posibilidad de asociarse completamente a su destino de sufrimiento, pero sin garantizarles los puestos de honor que ambicionaban. Su respuesta es una invitación a seguirlo por la vía del amor y el servicio, rechazando la tentación mundana de querer sobresalir y mandar sobre los demás. Frente a los que luchan por alcanzar el poder y el éxito, para hacerse ver, frente a los que quieren ser reconocidos por sus propios méritos y trabajos, los discípulos están llamados a hacer lo contrario: “…el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro esclavo.” Con estas palabras señala que en la comunidad cristiana el modelo de autoridad es el servicio. (Homilía de S.S. Francisco, 18 de Octubre de 2015)
Este episodio es el tercer anuncio a sus discípulos de su tortura y muerte inminente ya anunciada por los profetas, pero además retrata nuestra humanidad. Siempre en continua lucha y división: tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Cuando Cristo, a través de nuestra propia vida nos quiere comunicar algo importante (y sobre todo, si no nos gusta), nos enredamos en nuestros pensamientos egoístas y cerramos el oído. Nos cuesta desprendernos de nosotros mismos; dejar de ser el centro de nuestras vidas. Y en esto precisamente consiste la conversión: dejar de pensar solo en nuestro gusto, nuestros deseos o ilusiones, nuestro razonamiento.
En la nueva comunidad que Él inicia, la autoridad no es para la gloria personal, sino un servicio de corazón aun cuando humanamente no obtengamos ningún beneficio. ¿Es esto posible para ti?
Nada hay imposible para Dios. Santiago y Juan piden favores, Jesús promete sufrimiento (“Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre”). Y ellos, gracias al Espíritu, darán después su vida por Jesucristo.
Ante los ojos de Dios, la grandeza del hombre está en ser un servidor.
La mirada de Dios en el sufrimiento, la pobreza, la incomprensión humana, es diferente de la loca sabiduría del mundo (1Co 1, 20) … En la cruz está la salvación. En la cruz está la victoria. Es la voluntad de Dios.