Raúl Espinoza Aguilera
Cada vez más constatamos que, en términos generales, a la gente joven ni le interesa ni quiere participar en la vida cívica. Porque aducen que “todos los políticos o los partidos políticos son un fraude, abundan los corruptos, los cínicos, aquéllos que buscan sus propios intereses o enriquecerse a toda costa”.
Otros profesionistas y universitarios comentan que a ellos no se les brindan oportunidades; que ya no existen verdaderos ideales y que sólo se puede participar en el quehacer político si “te sometes a los dictados e intereses de una camarilla, muchas veces injustos, utilitaristas o poco transparentes”.
Pero, quienes piensan de esta manera, quizá no visualizan que “los grandes perdedores” son ellos mismos cuando se marginan y se llenan de prejuicios contra la política. ¿Por qué? Porque, entonces, se les deja “campo libre” a los cínicos, corruptos y sin principios éticos para que mantengan “secuestrada” a una nación como la nuestra; no sólo en el tiempo presente, sino también en el futuro: ¡se les entrega a “un puñado de arribistas y sin moral” una república sin haber “librado ninguna batalla ideológica” ni de participación ciudadana! Existe, pues, una actitud pesimista de “total rendición, sin haber pronunciado ningún discurso ni realizado ninguna actividad proselitista” y sólo quedan -como colofón- las quejas amargas, como decir, por ejemplo: “Este país no tiene remedio”; “La corrupción y el narcotráfico no tienen solución alguna” y se concluye con una vergonzosa y egoista amenaza: “Si sale ‘El Peje’ de Presidente en las próximas elecciones, huiré a los Estados Unidos o a Europa, y allá ustedes, a ver qué hacen…”.
¿Qué hacer ante esta situación de desencanto por la noble actividad política, si está bien orientada, y que tanta falta hace en México? El especialista Arthur Brooks (1) plantea algunas soluciones viables para los jóvenes que desean participar activamente en la vida política:
- Defiende la ética. Porque el miedo y pavor de “parecer moralistas o ‘mochos’ “ a muchos les ha llevado a recurrir, verbigracia, a proponer estadísiticas sobre el Producto Interno Bruto, a prometer reducciones en los impuestos, a plantear bajar los niveles del gasto público pero se olvidan de explicar -¡sin complejos!-por qué piensan que sus políticas son más justas y apegadas a la ética;
- Lucha a favor de las personas y no contra las cosas. Un líder debe de manifestar cuáles son sus ideales, con claridad y sin miedos. Por ejemplo, que están a favor de la vida, de los valores de la familia, de ayudar a los más necesitados, a los discapacitados, a los migrantes, a los desempleados, a los trabajadores injustamente remunerados;
- Sé positivo y optimista. Hay que dejar de lado la “vieja y desagradable imagen del ‘amargado y neuras’ que se queja de todo y no propone soluciones. En los discursos y debates, buscar imprimirles un tono de amabilidad, de entusiasmo y de esperanza. Pero todo esto tiene que ser auténtico, verdadero y no se puede improvisar;
- Aprende a “recoger banderas” que han levantado el entusiasmo popular, sin importar de qué partido político procedan. Porque si son probadamente acertadas, entonces son válidas y se pueden replicar, y a la vez, se pueden incorporar al ideario político;
- Busca tener acercamientos con “los clásicos contrincantes políticos”. Todos los seres humanos tenemos más “puentes” que nos unen en común, que puntos de divergencias. Luego entonces, hay que sentarse a conversar, cuantas veces haga falta, sobre esos puntos de mutua unión y llegar a acuerdos inteligentes y benéficos para ambas partes, mediante un trato cordial y amistoso. De esta manera, se desplazan las “descalificaciones vagas y superficiales” y se eliminan “las etiquetas negativas y sin fundamentos reales”;
- Dilo en 30 segundos. Los discursos largos y ampulosos, ya pertenecen al pasado. Las modernas audiencias exigen contenidos con frases breves, incisivas y contundentes. Quizá sean la claridad y la brevedad, las virtudes que más se agradezcan en un moderno orador;
- Rompe tus malos hábitos. Del mismo modo que los que llevan una dieta que, en realidad, no les funciona, con flexibilidad y determinación, deben de sustituirla por otra que sea verdaderamente eficaz, del mismo modo, hay argumentos que se han empleado demasiado y se encuentran “desgastados” (como esos billetes o monedas muy usados) y, por lo tanto, han perdido su fuerza de impacto para convencer. Luego entonces, esto exige buscar nuevas formas de enunciar los planteamientos, de enfocar los argumentos y de llegar a conclusiones persuasivas, sagaces y convincentes (2).
(1) Brooks, Arthur, The Conservative Heart: How to Build a Fairer, Happier and More Prosperous America, Broadside Books, New York, 2015. 246 páginas.
(2) Meseguer, Juan, “Conservadores con cabeza y corazón”, ACEPRENSA, 4-XI-2015, No.