Nuestro tiempo no se caracteriza precisamente por los hombres de fe, más bien todo lo contrario. Hemos evolucionado de modo que el hombre con su libertad es el centro del universo y en esa «libertad» se le permite casi todo, hasta situarlo por encima del bien y del mal. Si el hombre en su pensamiento libre descarta la existencia de un Dios que se hace molesto a través de la conciencia, entonces no perdamos el tiempo con filosofías poco prácticas, hagamos lo que nos gusta y seamos nosotros mismos Dioses. Para apoyar este argumento aparecen los listillos de turno poniendo como objeción fundamental el misterio del sufrimiento y de la muerte.
Pero Dios es el que es y el hombre es el que es, en Dios. Ya los grandes sabios griegos a fuerza de razonar rectamente, descubrieron la existencia de ese Ser Único, Perfecto, Bueno, Sabio, que encierra en sí la Belleza Absoluta. Sócrates que vivió entre los siglos IV y V a. C. enseñaba a la juventud ateniense idólatra y politeísta y guiado por la razón: » Hay un solo Dios verdadero, que todo lo ve, está en todas partes y cuida a la vez de todo el universo. Dios lo trasciende y no está ligado a ninguna materia» Por su parte Aristóteles reconoció la existencia de una primera sustancia o fundamento de la realidad a la que llamamos Dios.
Santo Tomás de Aquino, el insigne filósofo cristiano, partiendo de los razonamientos aristotélicos expone ya de manera sistemática las pruebas de la existencia de Dios, son las famosas cinco vías, que podemos resumir así: 1º buscando el origen del universo se llega a un primer motor que mueve por sí mismo y no es movido por otro. 2º Buscando las causas de los efectos llegamos a la causa primera. 3º Buscando el fundamento de lo contingente, llegamos a un ser necesario. 4º Buscando grados de perfección llegamos a un ser supremo sumamente perfecto 5º Buscando el orden finalístico del mundo llegamos a un ser inteligente en grado sumo.
Pero busquemos dentro de nosotros, nuestro insaciable deseo de verdad y belleza, nuestra ansia de felicidad, la voz de nuestra conciencia, su sentido del bien moral ,su libertad, su aspiración al infinito y a la dicha, nos están gritando la existencia de ese Ser, Bueno, Sabio, Misericordioso… Y si quieres completar en tu corazón la imagen de ese Ser Padre Bueno, asómate al ocaso o a la salida del sol, mira la perfección de las cosas creadas, el orden que rige el mundo… y encontrarás dentro de ti a ese ser Único que te ama y que lo llamamos Dios.
Isabel Rodríguez de Vera