En el verano de 2008, mientras los autodenominados progresistas avanzaban en la propuesta de una ley de plazos del aborto que garantizara la acción, y los beneficios, de las clínicas abortistas en España, se han producido nuevas denuncias sobre la acción internacional para favorecer el aborto. No es nueva la denuncia de que las principales organizaciones internacionales vinculadas a Naciones Unidas mantienen una postura neomaltusiana. Tanto la FAO como el propio Fondo Mundial para la Población son organizaciones con ideologías particulares que no coinciden necesariamente con las que mantienen el conjunto de los países asociados; es más: dichas organizaciones, desde los años cuarenta carecen del menor control democrático, de forma que sus fondos se usan de forma incontrolada para aplicar la particular ideología del Establishment fijado desde su fundación. El proceso es preocupante en cuanto, de forma muy grosera, hemos pasado desde los años sesenta con el fomento de determinadas prácticas de control de la natalidad —entre las que se incluye el aborto—, hasta imponerlas como condición de las ayudas que reciben ciertos países. La cuestión es especialmente grave en Iberoamérica, donde la cultura de la muerte ha alcanzado un importante éxito en México. Primero fueron las fundaciones ligadas a la eugenesia, el control de natalidad en “los países pobres” y otras formas de fomento de una cultura esencialmente anticristiana. Destacan entre ellas algunas de las fundaciones con mayor capital del mundo, todas procedentes de capitalistas “liberales” norteamericanos”, como la Fundación Rockefeller, la Ford o la de Bill Gates. A ellas se unen instituciones de difusión de la ideología abortista, ampliamente financiadas por capital público y privado como la IPPF (International Planned Parenthood Federation), que funcionan como lobby antivida en diversos países, incluyendo los propios Estados Unidos. Además, organizaciones internacionales que teóricamente no deberían tener ideología, han sido denunciadas como agentes abortistas, entre ellas el Fondo de Naciones Unidas para actividades en población, la UNICEF o la Organización Mundial de la Salud. Evidentemente las organizaciones internacionales, incluidas algunas de especial poder financiero y aparentemente alejadas de la acción ideológica como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional disfrazan la acción abortista bajo un tópico de especial impacto en los últimos años como es el de salud reproductiva. Nada parece más natural que vincular ciertos créditos a acciones en el área de la salud sobre la población; el problema es que, entre los medios de salud reproductiva, por decisiva influencia de la ideología de género, se encuentra el aborto en sus diversas formas: en primer lugar, mediante la acción sanitaria postaborto, que debe evitar la indagación sobre quiénes lo han practicado sobre la mujer —no olvidemos que la acción abortista está ahora centrada en la protección del personal pseudomédico—; luego, el fomento del aborto químico, de amplia difusión, pues parece efectivamente menos sangriento; y, finalmente, buscando la legalización, que empieza siempre con el tópico del denominado aborto terapeútico. El 11 de agosto de este año la Conferencia Episcopal Brasileña difundió un documento donde de forma clara y explícita se denunciaba la acción de las organizaciones vinculadas al lobby antinatalista. La cuestión ha sido considerada tan grave que la citada conferencia episcopal ha dedicado la actual Campaña de la Fraternidad a la defensa de la vida. Igualmente la Conferencia Espiscopal de Guatemala, tal como señala la agencia Noticias Globales, ha denunciado a la Organización Mundial de la Salud por intentar forzar la legalización del aborto en ese país. No debe olvidarse que las propias Naciones Unidas han incluido la atención postaborto entre las metas del milenio para el desarrollo. Así el mismo Fondo Mundial para la Población de la ONU incluye la salud sexual y reproductiva en las metas del milenio en 2005. La organización para la salud panamericana por su parte, y refiriéndose a la importante derogación del aborto denominado terapeútico en Nicaragua, había afirmado en 2006 que la legalización de dicho aborto se incluía en las metas del milenio. La presión ideológica en las organizaciones internacionales tiene su ejemplo en el nombramiento de la española Inés Alberdi como directora de la agencia de la ONU para la mujer, la UNIFEM. Debe considerarse que en su libro “Violencia: tolerancia cero” la citada autora había cifrado, ni más ni menos, en la Iglesia Católica una de las causas principales de la violencia de género. Esta posición ideológica tiene su impacto indudable en las organizaciones internacionales. El extremo de la desviación de la acción ideológica se encuentra en la desviación de financiación desde el Fondo Mundial de la Lucha contra el VIH/Sida, el paludismo y la tuberculosis hacia el aborto compulsivo en China, probablemente el mayor escándalo contra los derechos humanos que se comete en la actualidad. Dicha desviación fue denunciada por la Fundación Gerard desde Nueva York. No debe despreciarse el apoyo que la mil veces refutada teoría maltusiana está recibiendo del nuevo tópico del cambio climático, excusa universal en la actualidad para la intervención compulsiva sobre las políticas nacionales y último refugio de los agoreros que han predicho reiteradamente desde los años cuarenta el fin de la humanidad por la presión de la denominada superpoblación. Como los datos efectivos prueban que un número creciente de personas viven en condiciones mil veces superiores a las de sus padres y abuelos, los milenaristas se han refugiado en la pretendida catástrofe universal para seguir actuando contra la población por diversos medios, incluido el aborto. Así el propio Secretario General de las Naciones Unidas en unas declaraciones a la reunión preparatoria para la Cumbre del G-8 insistía en que el crecimiento de la población produce una tensión sin precedentes contra los recursos del planeta. No deja de ser irónico que quienes no pueden frenar un conflicto local como el de Darfur, competencia del Secretario General, o la crisis financiera, competencia del G-8 pretendan controlar el clima y el libre desenvolvimiento de las poblaciones. Así en la declaración del Fondo Mundial para la Población ante la citada reunión del G-8 se dice textualmente que “reduciendo los embarazos no deseados, expandiendo el acceso a la salud reproductiva, incluyendo la planificación familiar ayudaremos a los países a lograr la meta del milenio para el desarrollo sobre salud materna.”