José Antonio De Miguel y Sara Santamaría viven en Noruega hace dos años como familia en misión en
la fría ciudad de Kristiansund, una isla con 17.000 habitantes.
Están en una comunidad
neocatecumenal hace 20 años. Tienen 6 hijos, el mayor, Alejandro, 8 años.
No han ido a hacer proselitismo, sólo a vivir como una familia cristiana en una sociedad
individualista, donde la familia está en un a uténtico
peligro de extinción
BUENANUEVA: ¿Cuántos hijos tenéis?
SARA: Tenemos seis hijos: Alejandro (10), Sara (8), Gonzalo (6), Santiago (5), Rodrigo (3), Álvaro (3 meses ) y dos más en el Cielo, pues he tenido dos abortos.
BUENANUEVA: ¿Cuándo os levantasteis para la misión?
SARA: Fue el 9 de noviembre de 2003, el día de la Almudena. Y en una convivencia con las familias el 29 de mayo de 2005, día de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, fuimos enviados por sorteo a Noruega. Así que, desde el principio veo que la Virgen ha estado en presente en la misión y nos acompaña.
BUENANUEVA: ¿Cómo sentisteis la llamada del Señor a salir a la misión?
JOSÉ ANTONIO: Sara tenía esa idea en mente hace tiempo, aunque yo estaba reticente. En una convivencia, me di cuenta de que del mismo modo que toda vida es un riesgo desde que es una pequeña célula, ser cristiano también lo es. Nuestro hijo mayor tenía 8 años y vi que era el momento favorable (kairós), se lo dije a Sara y ella aceptó.
SARA: Nosotros sólo queremos hacer la voluntad de Dios, no tenemos ningún empeño en hacer nuestra historia. Si el Señor quiere, vamos a Noruega o a cualquier lugar; si no, no.
BUENANUEVA: ¿Cuál es vuestra situación ahora en Noruega?
JOSÉ ANTONIO: El obispo de nuestra demarcación Mons. Müller nos está ayudando mucho, aunque al principio era un poco reacio. Nos envió a una iglesia que tenia vacía donde un cura iba una vez a la semana o cuando podía.
Formamos un equipo con otro matrimonio, otras dos chicas que llevan 14 años en Escandinavia, y un presbítero de El Congo.
BUENANUEVA: ¿Tenéis trabajo allí?
JOSÉ ANTONIO: Yo limpio cristales esporádicamente en limpiezas de final de obra. Sin el idioma es muy difícil trabajar allí. En España trabajaba en Telefónica-Data de operador de red, como ingeniero de telecomunicación, en un trabajo fijo.
SARA: Yo era profesora de economía y contabilidad en una universidad privada.
BUENANUEVA: ¿Cómo está la gente en Noruega?
JOSÉ ANTONIO: La sociedad está completamente descristianizada, pero no existe el rechazo que estamos viviendo en España.
La familia está destruida. El concepto de familia no existe. Hay bastantes niños en la casa, pero de varios padres, a veces de tres, cuatro, o cinco. Los niños llevan su llave al cuello y llegan a casa a la una, cuando salen del cole, y están allí solos hasta las cuatro o las cinco, que vuelve algún adulto.
Hay muchos niños solos que no saben lo que es una familia. Los amigos de nuestros hijos se sorprenden de que estemos el padre y la madre en la casa, de que hagamos la comida en familia, cuando ellos comen su pizza en solitario.
BUENANUEVA: ¿Habéis visto algún fruto de la misión en estos dos años?
JOSÉ ANTONIO: Sí, pequeños signos, sobre todo en la iglesia. Acabamos de tener una celebración de Primera Comunión y se han reunido más de cien personas, en una iglesia que estaba vacía. La gente ha vivido la Pascua con una alegría enorme, nueva. Ven la Iglesia más viva. Van polacos, filipinas con sus maridos noruegos…
SARA: La gente se siente muy interrogada. Ven que somos personas muy normales, sociables, abiertas, que no levitamos. Creo que nuestra misión ahora es, simplemente, estar allí, ser sal y ser luz. Creo que el simple hecho de estar allí dando mi vida por la gente tendrá su fruto, aunque yo no llegue a verlo. Así, mientras nosotros morimos el mundo recibe la vida.
BUENANUEVA: ¿Cuál es vuestra experiencia personal en este tiempo?
JOSÉ ANTONIO: Veo que el Señor nos ayuda en nuestra debilidad. La vida allí no es fácil. Es duro el invierno, esa noche continua, con cuatro horas de luz que no es luz, con unas temperaturas de menos 9º ó 10º C. Está todo el día lloviendo, nieve, hielo, nubes. Acostumbrados a España, nos cuesta. Y además, Sara, que tiene mucha facilidad, ya conoce el idioma, pero a mí me cuesta mucho. Pero nos han acogido muy bien. También me ayuda ver a mis hijos contentos, que están mamando la misión. Ellos saben que estamos allí por Dios, se sienten misioneros, hablan de Dios a sus compañeros, a sus profesores. Les preguntan: Y tú, ¿crees en Dios?
SARA: Yo he experimentado cómo Dios elige a lo débil para confundir a lo fuerte. El demonio allí tienta muchísimo. Ya nos dijeron que intentaría destruir la familia porque vamos como familia en misión, y esto es verdad. Allí he redescubierto que soy pecadora, lo que me hace vivir cada vez más en humildad, pero que a pesar de eso, Él me ha elegido para estar allí, para dar mi vida por los demás, y lo que yo he recibido gratis, poder darlo gratis. Estoy contenta porque veo que estamos haciendo la voluntad de Dios. Esto es lo importante en la vida, no hacer grandes obras a los ojos de los hombres, sino hacer la voluntad de Dios.
BUENANUEVA: ¿Cómo viven los niños esta situación?
SARA: Los niños tienen ganas de volver a Noruega; para ellos, es su hogar. Ahora, nosotros en España estamos errantes. Ésta es la casa de mis suegros, a Fuengirola vamos a casa de mi madre…
Ya no pertenecemos a ningún sitio. Eso nos hace sentirnos ciudadanos del Cielo, abandonarnos en las manos de Dios.
La preocupación que tenían algunas personas de nuestra familia por el bienestar de los niños se ha desvanecido al comprobar lo bien que están allí, ellos y nosotros.
Estamos felices, y veo que les estoy dando a mis hijos lo único que puede hacerles felices, la mejor herencia: la fe.