En música se alude a la octava, para referirse a la nota más alta, y en Liturgia celebramos en Navidad y en Pascua de Resurrección, durante ocho días, el misterio del nacimiento de Jesús, de su muerte y resurrección, verdades cumbre de la revelación. A manera de una nota sostenida que alcanza el tono más alto y la vibración más emocionante, celebremos la octava de Navidad.
En la resonancia de la octava, el día 26 de diciembre, la Iglesia celebra el martirio del primer mártir, San Esteban, y con ello nos ofrece el núcleo de la fe cristiana, el Misterio Pascual, el nacimiento, pasión, muerte y resurrección del Señor.
Los villancicos, que cantamos al Niño de Belén, hacen referencia a los dos misterios. La letra de uno de ellos dice: “Dime Niño, ¿de quién eres, y si te llamas Jesús? Soy amor en el pesebre y sufrimiento en la cruz”. Otro villancico, muy popular, canta: “Campana sobre campana, y sobre campana tres, en una cruz a esta hora el Niño va a padecer”.
En la Eucaristía acontece el misterio de la muerte y resurrección del Señor. El altar se cubre con los lienzos de la pasión, la sabanilla; y con los pañales de Belén, los corporales.
Estamos en el día octavo, en el último día de la creación, el día pleno, en el que celebramos la salvación de la humanidad. Por este motivo la Liturgia nos ofrece de forma reiterada: “Hoy ha nacido el Salvador”, y así cada día, y desde esta verdad todo es diferente.
Angel Moreno.