En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis (San Mateo 7, 15-20).
COMENTARIO
La Iglesia nos pone hoy una lectura sencilla y clara. Pero puede ser tan sencilla y clara que no te detengas a meditar. El contexto donde el evangelista coloca esta palabra es el Sermón de la Montaña. Jesús ha explicado a los discípulos la hoja de ruta del cristiano —según ha oído al Padre—: un hombre completamente nuevo, a semejanza de Dios; al final de esta predicación Jesús advierte a sus oyentes de ciertos peligros que podrían dificultar esta obra maravillosa que Dios quiere hacer en nuestras vidas. Este hombre nuevo no es de este mundo, pero vive en este mundo y por lo tanto tiene el riesgo de contaminarse —como el pueblo de Israel con los pueblos vecinos—. Vivimos en un modernismo y racionalismo atroz donde el Dios de Jesucristo no tiene cabida; aún con todo, esta sociedad es politeísta; tiene sus dioses, sus liturgias, sus celebraciones y, por supuesto, sus oráculos, sus profetas, aquellos que utilizan un lenguaje «muy medido»; nos envían mensajes que justifican, de forma razonada, el modo de vida actual. Jesús nos invita a pararnos y a pensar —como hace toda palabra salida de la boca de Dios— si vivimos de tal forma que protegemos esa criatura —definida en el sermón de la montaña— que la Iglesia con su predicación ha engendrado en nuestro interior. Poco más se puede añadir. Este hombre nuevo —imagen de Jesucristo— es el que salva al mundo en cada generación. Pero, si por nuestro descuido, por nuestra imprudencia, hacemos nuestra la palabra de estos falsos profetas ¿qué ocurrirá con nuestra misión, con nuestros hijos, con nuestras familias, con todos los que observan nuestra forma de vivir? Jesús nos invita a no quedarnos, solamente, con esos mensajes mediáticos, bien compuestos, con palabras bonitas y bien escogidas sino a mirar sus obras: ¿sus mensajes te ayudan a encontrar el camino de la Vida; el hombre nuevo, imagen de Jesucristo o, por el contrario, te confunden, te llevan por caminos de soledad, vacío y de muerte?