«En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: “Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber”. Jesús les contestó: “¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán”. Y añadió esta parábola: “Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: «Está bueno el añejo”». (Lc 5,33-39)
El poder que Dios despliega hace considerar a la salvación mesiánica como una nueva creación cuya característica será el amor eterno de Yahveh y su presencia en medio del pueblo. “Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo” (2 Cor 5,17).
Esta nueva alianza estará caracterizada por la purificación de los pecados y por la interioridad de la ley. Esto es posible porque Dios dará al hombre un corazón nuevo y un espíritu nuevo. “Él es nuestra paz; el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu” (Ef 2,15-18).
Jesús nos trae una nueva enseñanza, viene a llevar a su perfección la ley y los profetas y opone la doctrina de los antiguos a la suya, como un vestido gastado a una ropa nueva, como odres viejos a un vino nuevo. Abre nuevos caminos en el desierto y nuevos ríos en el páramo.
¿”No os acordáis de lo pasado, ni caéis en la cuenta de lo antiguo? Pues bien, he aquí que yo lo renuevo: ya está en marcha, ¿no lo reconocéis? Sí pongo en el desierto un camino, ríos en el páramo” (Is 43,17-18).
El “amaos unos a otros como yo os he amado” es a la vez un precepto antiguo y nuevo, no ya en cuanto formulado en la ley, sino porque los creyentes lo poseen desde el momento de su conversión y está referido a Jesús, “como yo os he amado”. “Pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda Plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas” (Col 1,19 s.s.).
En la Cena declara Jesús: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre que va a derramarse por vosotros, la nueva alianza perfecciona a la antigua alianza. La sangre de la nueva alianza se da en la Eucaristía, presencia del novio entre nosotros y por tanto nuevos cielos y nueva tierra. “Pero esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia” (2a Pe 3,13).
Si alguno está en Cristo, es una nueva creación; el ser antiguo ha desaparecido, hay un ser nuevo. El nuevo nacimiento tiene lugar en el bautismo, por la palabra de verdad y por la fe, don del Espíritu Santo.
“Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya. Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: “Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él, Dios-con-ellos, será su Dios” (Ap 21,1-3).
La nueva alianza preparada en la antigua reside en que no está escrita en la piedra sino en corazones de carne, y Pablo opone la ley que mata al Espíritu que vivifica. Pero la nueva creación de que hablaban los profetas es una renovación del hombre, y a través de él se renovará el universo. Cristo nuevo Adán da la nueva vida a todos y ahora ya todos son uno en Cristo.
“Porque nada cuenta ni la circuncisión, ni la incircuncisión, sino la creación nueva. Y para todos los que se sometan a esta regla, paz y misericordia” (Gal 6,15).
Si alguno está en Cristo, es una nueva creación; el ser antiguo ha desaparecido, hay un ser nuevo. Este ser nuevo tiene lugar en el bautismo. El hombre interior se renueva de día en día para ser levadura nueva, despojado del hombre viejo pueda revestirse del hombre nuevo y vivir una vida nueva. “Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva” (Rom 6,4).
Ahora y después de contemplar las Escrituras podemos decir que hoy se cumple esta palabra, que los cristianos tenemos al novio entre nosotros, que cada vez que dos o más nos reunimos en su nombre Él está en medio de nosotros, que en los hermanos se hace presente y que en la Eucaristía se ha quedado con nosotros. De tal manera que la palabra de “amaos unos a otros como yo os he amado” es posible experimentarla y hacerla carne, porque el vino nuevo que se guarda en odres nuevos que somos tú y yo; nuevos por el bautismo, la Palabra del Señor y el Espíritu Santo.
Alfredo Esteban