Juan “Cualquiera” y María “Del Montón” están preparando su boda y haciendo planes para el futuro: ¿En una iglesia o en el juzgado? Para el caso, no tiene demasiada importancia. Lo que les preocupa es que él termine de encajar en un buen trabajo y que a ella le salga un empleo que la libere de la monotonía del hogar.
los planes
Así, con las “entradas” de ambos, se podrán pagar con desahogo las letras del piso y no será problema el adquirir los bienes “indispensables” para vivir con comodidad sin que falten las fiestas, las amistades y los viajes con los que llenar los momentos de ocio. Y sobre los hijos, ¿qué? En este aspecto los dos tienen ideas muy claras: unos añitos evitándolos para “poder disfrutar de la vida”; luego, programar la parejita: con un poco de suerte niño y niña… y para de contar.
lo que ocurrió
Pasado ese tiempo en el que la fuerza de la atracción sexual allanaba todas las dificultades, afloró implacable su mutuo egoísmo. Las “incompatibilidades” parecían insufribles y, con o sin divorcio, cada uno decidió vivir por su lado. Intentaron llenarse la vida con mil banalidades, pero fue inútil: aquello seguía siendo una existencia vacía y hueca. Acabaron viviendo una sórdida vejez colmada de amargura y sin horizontes. Fue una lástima.
lo que pudo haber sido
Con un planteamiento menos egoísta, comprendiendo que ningún ser humano puede hacer a otro plenamente feliz; viviendo las ineludibles dificultades de la convivencia diaria y tratando, por encima de todo, de que el otro pueda ser feliz, su relación hubiera sido más sólida.
Aquel explosivo amor de los comienzos se habría transformado con los años en un actitud vital más profunda, tierna, serena y compartida. Los hijos, fruto de su amor y generosidad, habrían alegrado sus días con el calor del cariño que crece día a día en una familia unida y, al final del camino, habrían afrontado el paso definitivo a la Vida eterna desde la plenitud del amor y con una gran paz. Pero, ¿cómo conseguirlo?
la clave
Los esposos pueden ser felices si viven apoyados en el Señor; poniéndole en el centro del matrimonio; deseando cada uno ser transformado por Jesucristo, el único que da la Vida y salva, el único que puede dar la capacidad de amar cuando el otro se convierte en tu enemigo.