En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: «Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.» Y, desde dentro, el otro le responde: «No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.» Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?» (San Lucas 11, 5-13).
COMENTARIO
Los versículos anteriores a los que hoy nos toca comentar relatan la oración del Padrenuestro. Y una de sus consecuencias es este acogernos a la oración de petición. Nunca la valoraremos adecuadamente porque Dios no es solo Creador, Redentor, Omnipotente, Maestro, Amigo… Dios es Padre. San Josemaría dice que “…el que no se sabe hijo de Dios desconoce su verdad más íntima, e incluso aconseja que le llamemos Padre muchas veces al día, que le digamos que le queremos”. No somos solitarios, somos criaturas abiertas a la grandeza de un Dios que une su omnipotencia con su paternidad. Un Dios Padre que habla al corazón. En realidad, solo los cristianos tenemos la convicción y la seguridad de tratar a Dios con esta actitud filial. Filiación adoptiva a Dios que es uno de los dones que recibimos en el Bautismo. Qué verdad tan grande se recoge en Camino (núm. 267): “Vivimos como si Dios estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas…Está siempre a nuestro lado como un padre amoroso y te quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos”.
Dos consecuencias importantes: ayudar a nuestros amigos a que no retrasen el Bautismo de sus hijos, de sus nietos, de sus hermanos.
Y cada uno, a pesar de los pesares, ver en nuestra vida, en lo grande y en lo pequeño, esa protección real de un Dios Padre que unas veces nos pide saber abandonarnos a lo que nos cuesta, otras darle gracias y siempre pedir y pedir. En definitiva, tener en esta vida esa visión sobrenatural reflejo del cielo al que estamos llamados para vivir en y de la familia de Dios.