En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!.¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra» (San Lucas 12, 49-53).
COMENTARIO
Fuego es la palabra que usa el Señor. No se refiere al fuego en su sentido de dolor y llanto sino al fuego del amor y de la gracia. Ha venido para eso y manifiesta deseos grandes de que prenda. El soplo del Espíritu es el responsable de que ese fuego de amor aumente y queme todo mal en las almas. En Pentecostés bajaron lenguas de fuego con la fuerza del amor. Espíritu santo, amor y fuego, se ven asociados.
Contrasta este pasaje con otros numerosos de la Biblia porque suele presentarse el fuego como algo más bien negativo, como castigo y daño merecido. En cambio el Señor usa este término para referirse a lo más positivo que se pueda pensar, como es el caso del amor.
A San Francisco Javier y a otros santos lo pintan con fuego, significando el amor ardiente de Dios en sus corazones.
Es un símbolo atrevido y curioso este del fuego para referirse al regalo de Dios.
San Juan de la cruz también el símbolo del fuego para expresar el amor divino. Esa llama de amor viva, esas lámparas de fuego… El fuego da luz y calor, justo las dos propiedades del amor.
Un amor frío no es amor. Y un amor que no de luz a la vida es un amor falso. El amor es el corazón del ser humano.
Recurriendo a san Juan de la Cruz se podría explicar bien este fuego del que habla Cristo y que tanto desea que arda.
Cristo viene a traer a la tierra el amor, es decir, el Espíritu santo. Es este fuego algo vivo, intenso, luminoso, misterioso porque no hace daño y quita todo daño.
Las palabras de Elías eran fuego y en carro de fuego fue arrebatado. El amor se lo llevó. Todo envuelto en misterio. Es este amor, fuerte y eficaz.
Jesucristo trae un mandamiento nuevo, la caridad cristiana, amor fogoso, divino, que lo puede todo. La caridad es la victoria de nuestra vida. O tenemos caridad o hemos fracasado. La caridad nos salva y bien lo sabe el Señor y por eso desea ardientemente que todo quede perfeccionado por el amor. Un amor que lo llena todo y lo invade todo.
La envidia es lo contrario a la caridad y también es una especie de fuego pero que sí hace daño. La envidia es el aguijón que amenaza con destrozar el afecto sano. Es un fuego que no deja vivir, que carcome, que pretende aniquilar la vida de amor a la que estamos llamado. Es el remedo que el demonio hace del fuego santo del amor. El mismo infierno es puro fuego, pero del malo. El Cielo es fuego de amor, del bueno.
Tiene este fuego de la gracia la propiedad de purificar los pecados de los hombres. Y es el oficio de Cristo encender este fuego purificador en las almas para que ardan siempre en felicidad santa.
Este fuego de amor va a llevar a Cristo a la cruz. Y va a producir discordias en las familias. Es realmente curioso. Fuego de amor que produce división. Los cristianos recibimos de este fuego la fuerza necesaria para combatir el mundo y quemar el mal por donde vaya. No somos combatientes de armas y explosivos pero somos conscientes de que el amor que llevamos hace saltar por los aires a los mundanos, incluso a nuestra parte de mundo que podemos llevar dentro.
Este fuego lleva agua dentro. El fuego de las pasiones y del maligno lleva dentro carbón y malicia. El agua que da a beber Dios es un agua que hace saltar hasta la vida eterna. Fuego santo con aguas medicinales; así es la gracia.
Jesucristo ha venido a traer fuego. Y este elemento, en su natural movimiento tiende a elevarse. Así el amor cristiano nos eleva, nos lleva al Cielo, nos hace buscar las cosas de allá sin descuidar las de acá. El ciprés también apunta hacia arriba, y por eso lo ponen en los cementerios, por ser de hoja perenne, símbolo de la vida eterna, y por estar orientado hacia lo alto, no hacia la tierra.
Se comprende muy bien que Cristo no quiera otra cosa sino que este Espíritu santo descienda y profundice en los corazones de los que han de ser redimidos.
Fuego de vigilia santa, fuego de moisés, fuego que es luz y guía de los peregrinos por este mundo. Fuego que es la luz del mundo y la sabiduría de los santos. Fuego que no mata sino que da vida y la da en abundancia.
Nosotros debemos llenarnos de este fuego, de este celo eficaz por la salvación del mundo. Pidamos Espíritu santo. Abracemos este fuego. Abrasemos con este Fuego.