«En aquel tiempo, dijo Jesús: “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre». (Jn 10,11-18)
El cuarto Domingo de Pascua nos presenta el icono del Buen Pastor que conoce a sus ovejas, las llama por su nombre, las alimenta y las guía. Hace más de cincuenta años que en este domingo celebramos la Jornada mundial de oración por las vocaciones. Esta Jornada nos recuerda la importancia de rezar para que, como dijo Jesús a sus discípulos, el dueño de la mies… mande obreros a su mies (Lc 10,2). Hoy la necesidad de pedir al Señor vocaciones al Ministerio Pastoral es verdaderamente apremiante en nuestras diócesis españolas; dentro de diez años el número de sacerdotes habrá descendido alarmantemente y muchas comunidades cristianas serán privadas de la «voz» del Pastor.
Afirmaba San Agustín, ya en su tiempo, que los buenos pastores salen de las buenas ovejas, pero que las buenas ovejas las forman los buenos pastores. El Señor ha puesto para este tiempo al frente de su rebaño-Iglesia, providencialmente, a un Pastor que «huele a oveja», que sabe de pastoreo y que quiere pastores que huelan a oveja y no a sacristía y despacho, pastores que sean servidores del rebaño y no príncipes con estilos y formas de vida mundanos.
El evangelio de hoy nos pone a todos frente al modelo de pastor y de pastoral que el Padre nos regala: su Hijo Jesús como icono del Buen Pastor que da la vida por las ovejas, que ha «salido» del Padre a buscar la oveja perdida, la humanidad entera, para conducirla al aprisco del Reino, donde nos esperan prados de fresca hierba, aguas de reposo, senderos de justicia, una mesa de comunión (Sal 22); y una pastoral de búsqueda, en salida misionera, porque hay «99 ovejas» que no son de este redil, y también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor (Jn 10,16).
Francisco nos ha recordado que los pastores no debemos ser «peinadores de ovejas», que se tranquilizan con atender a la «oveja» que tiene en el rebaño sin percatarse que le faltan, nada más y nada menos, que ¡99 ovejas extraviadas y perdidas! Son a estas a las que hay que salir a buscar, acoger, acompañar y guiar de nuevo al aprisco de la comunión. Y habrá que hacerlo con misericordia, con corazón de madre y manos de médico para abrazar y curar, para acoger y sanar las heridas causadas por vivir a la intemperie.
En este acompañamiento pastoral de salida y acogida, utilizando un símil futbolístico, el Papa nos recuerda a todos, en cuanto pastores, que habrá momentos en los que hay estar delante del rebaño oteando y abriendo caminos seguros para conducirlo a buenos pastos; en ocasiones tendremos que estar colados en medio, propiciando la armonía y comunión del rebaño, posibilitando que las ovejas desarrollen sus propias capacidades; y otras veces habrá que estar detrás del rebaño, defendiendo a a las ovejas de los posibles enemigos que quieren atacarlas cuando están desprevenidas.
Necesitamos pedir al Padre que nos envíe pastores según su corazón, humildes y serviciales que «huelan a oveja». Oremos confiadamente.
Juan José Calles