Luis Pasteur, contrariamente a lo que mucha gente cree, no era médico sino químico y
biólogo. Nació en Dôle en 1822 y falleció en Villeneuve en 1895. Fue el fundador de la bacteriología moderna. A los quince años su padre Ie envió a estudiar a París, pero el joven Pasteur sentía tal nostalgia que tuvo que volver a casa y continuar sus estudios en Besançon, a pocos kilómetros de su villa natal. Se licenció a los dieciocho años y el director del colegio, atraído por su voluntad de estudio y su capacidad de asimilación, Ie encargó una clase con el estipendio de ciento cincuenta francos al mes, que a Pasteur Ie parecieron una fortuna.
Pasteur había encargado al vigilante del colegio despertarle cada día a las cuatro de la madrugada para así poder dedicar tiempo a sus trabajos personales. EI vigilante Ie llamaba diciéndole: -¡Ánimo, señor Pasteur, eche afuera el diablo de la pereza!
Había hecho ya algún descubrimiento importante cuando se casó con la hija de un profesor de Estrasburgo. Fue un matrimonio fiel y feliz, sobre el que se decía: “La señora Pasteur ha amado a su marido hasta el punto de comprender lo que hacía”.
EI gran sabio había descubierto la ley de polarización del paratartrato, que el ilustre cristalógrafo berlinés Mistcherlich negó como imposible. Pasteur exclamaba, ilusionado:
-¡Cómo me gustaría que estuviera aquí Mistcherlich! ¡La alegria que iba a tener!
Un amigo Ie expuso sus dudas sobre ello, a lo que Pasteur exclamó perplejo: -¿Cómo? ¿Por qué no debería estar contento?
-Verá, señor Pasteur, Mistcherlich es un gran cientifico y quizá no Ie agradará verse desautorizado con toda la razón por un …
-Ya puede decirlo: por un chisgarabís como yo … He comprendido, pero ¿qué importan ante la ciencia unas pequeñas luchas personales? Yo, por mi parte, estoy dispuesto a cederle mi descubrimiento (…) Los metafísicos elaboran teorías sobre teorías, todas fundadas sobre la nada, que desaparecen aventadas por una nueva moda. Sobre el origen y el fin de todas las cosas sabe mucho más mi madre, que es una pobre campesina, cuando esta arrodillada en la iglesia de su pueblo.
Napoleón le preguntó un día por qué no había explotado económicamente sus descubrimientos.
-Señor –le contestó Pasteur-, hubiese sido un bochorno para la ciencia.
A lo largo de su vida tuvo que sacrificar miles de animales para el bien de la humanidad, pero jamás pudo matarlos personalmente. Veía al animal en sus manos, empezaba a acariciarlo, a pedirle disculpas, a explicarle que aquello tenía que hacerlo por el bien de todos … . Luego se ausentaba y dejaba que sus ayudantes hicieran el penoso trabajo.
Un célebre duelista parisino, Casagnac, creyendo que su honor habia sido ofendido por Pasteur, Ie desafió enviándole a sus padrinos para que concertasen el duelo. Pasteur les recibió muy serio y les dijo:
-EI senor Casagnac me desafía. Muy bien; pero como a mí me toca elegir las armas escojo estas saIchichas. Una de elIas contiene triquina; la otra, no. Que el senor Casagnac se coma una y yo me comeré la otra. Ya ve que, a simple vista, no se distinguen.
El singular reto terminó con una sonrisa por parte de los padrinos de Casagnac, que se retiraron para reconciliar despues a Pasteur con su apadrinado.