Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio.
Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. (Jn 15,26–16,4)
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«Paráclito» trae origen del griego “parákletos”, que en el Nuevo Testamento es usada 5 veces, y solo por Juan. En su contexto la entendemos como consolador, abogado, defensor, estimulador, vivificador, terapeuta de nuestra memoria cristiana, la simple Verdad, que nos llevará a la Verdad completa, la fuerza que nos hace conocer al Padre del que procede, y al Hijo engendrado por Él. Es el que lo enseña todo para que podamos dar testimonio de su ‘todo’, desde el ‘principio’ o esencia del Evangelio, que es Él mismo.
Para comodidad del atrevido lector que no haya desertado en el primer párrafo, copio aquí los cinco textos usados por Juan. Seguro que sacará muchas más y mejores ideas que las mías:
1) Jn 14,16 «Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros.»
2) Jn 14,26 «El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.»
3) Jn 15,26 «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí»
4) Jn 17,7 « Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.»
5) 1Jn 2,1 «Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado (parákletos) tenemos ante el Padre, a Jesucristo el justo»
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La Iglesia, con el texto de hoy nos incita y provoca a vivir en la esperanza de la Justicia y el Consuelo. No se puede vivir sin esperanza. Cada día está definido y matizado por una esperanza anterior que se hace o no realidad, y seguir alentando esa esperanza, es el motor de una vida digna, de la vida cristiana. El primer verso del evangelio de hoy llama a esperar en el Espíritu del Padre. Es el gran ‘Mandamiento’, el gran regalo certificado y enviado, el Paráclito, Consolador, Abogado…
Para sintonizar con Él, se requiere estar con Jesús desde el ‘Principio’. («Ap’arje»), donde brota la fuente de todo testimonio válido. El «ap’arje», o «desde el principio» evangélico, no es referencia espacial o temporal, ni siquiera desde el comienzo de los tiempos, sino desde la esencia de la fe. El «Principio» es la esencia del Evangelio en el que se vive y se transmite la Palabra de Dios, la única forma dada al hombre de conocer al Padre y a su hijo Jesús, porque de ellos procede, el Espíritu de la Verdad. Todos los Evangelios tienen en su primer o primeros versículos ese término. La misma creación comienza así: «En el Principio creó Dios los cielos y la tierra…». Es como un signo de identidad para la vida, al que Jesús vincula el testimonio de su persona y obra, los que «están con Él desde el Principio».
Una cosa es ser testigo de la historia de Jesús mientras vivió en carne con nosotros, desde que fue engendrado, o desde que fue bautizado por Juan en el Jordán, como Matías (Hechos 1,21), y otra ser testigos «desde el Principio» en el que vive la Palabra, la que todo lo crea, la que viene de Dios y se dirige a Dios (Jn 1,1). Esta realidad esencial, de «principio», es la que nos toca a nosotros vivir y testimoniar hoy.
Por nuestra fe siguen muriendo hoy hermanos nuestros, hijos del mismo Dios de Paz que vive en el Principio. Pero ¡sigue habiendo hombres que matan a otros hombres en nombre de su dios, como un acto de santidad! No es una broma. Recordar que Él ya lo había dicho y lo sigue diciendo, no lo evitará pero nos abre puerta a la comunión con su Palabra, principio y fin de todas las cosas posibles e imposibles para nosotros.
En el corto tramo del discurso recordado hoy, está condensada la esencia del drama, la guerra y la victoria de Jesús de Nazaret y su iglesia en medio del mundo.
No es exactamente una palabra de consuelo humano. Es una terrible profecía de muerte para los discípulos, cuyo consuelo será recordar «cuando les llegue la hora», que Él lo había dicho. Realmente las cosas de Dios tienen una verdad, una realidad, una esencia, distinta de las cosas del mundo. La anamnesis o recuerdo vivo, la Eucaristía es el Principio de muerte y resurrección más cierto y misterioso que tenemos del testimonio que dio Él, que dieron los Apóstoles y que en la medida de nuestra estatura, damos también nosotros, lo que seguimos con Él «desde el Principio», que es también el final.