En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.» Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.» Mateo 5, 27-32
Cuando uno se limita a vivir según la ley –en lo que respecta al Señor– cae en lo que yo denomino «funcionario moral». Se queda en el cumplimiento, en acallar su conciencia moralista, en un intento de comprar a alguien que verdaderamente no conoce al obrar de esta forma. Cuando uno descubre el amor de Dios en su vida puede llegar a decir, como San Agustín, «ama y haz lo que quieras». El que ama, en la dimensión de la cruz, ama como Dios, tiene a Dios y no se queda en la ley, en el cumplimiento, ya que esto no le es suficiente. Esta Palabra nos busca hoy y nos pregunta ¿para qué vives? ¿para quién vives?. El mundo vive en una constante hipocresía que intenta justificar: la injusticia, el desorden, el libertinaje, en fin su derecho a hacer lo que sea necesario por encontrar una respuesta a estas preguntas. Pero, nosotros, que estamos llamados a heredar una bendición, a mostrar en nuestras vidas LA ETERNIDAD,¿cómo podemos conformarnos con una vida enmascarada con un “postureo” religioso que nos destruye a nosotros mismos y escandaliza a todos aquellos que intentan encontrar a Dios en nosotros? Por eso, esta palabra de hoy, es radical, porque intenta limpiar todo aquello del mundo que nos contamina. “No se puede servir a dos señores” porque el reino de Jesucristo no es de este mundo. Lo que ofrece este mundo se corrompe, mientras que vivir, según el espíritu, nos guarda para la vida eterna. Por eso esta Palabra es una invitación tajante a cortar con el mundo y sus engaños y concupiscencias porque ponen en riesgo nuestra santidad. Animo no tengas miedo a cortar, por amor a Dios, con todo aquello que nos lleva a pecar de forma segura y que conocemos. No olvidéis la generosidad de Dios con todos aquellos que se hacen como niños y se fían de Él.