En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado. Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: «Lo siento», lo perdonarás.»
Los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe.»
El Señor contestó: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar.» Y os obedecería» (San Lucas 17, 1-6)
COMENTARIO
Qué claro es Jesucristo en las enseñanzas de este pasaje del Evangelio que, además, son abundantes, concretas y muy importantes para nuestra labor de evangelización en esta sociedad en la que nos ha tocado vivir, y en la que nunca hemos de tirar la toalla, siguiendo en este sentido a Santa Teresa de Jesús cuando pronunciaba “Aunque me canse, aunque no pueda, aunque reviente, aunque me muera”.
Jesús reúne varias enseñanzas que tienen un fondo común: la conducta de los cristianos y, particularmente, de los que ocupan algún cargo público. Así, advierte del pecado de escándalo (leemos en el núm. 2284 del Catecismo de la Iglesia Católica que “el escándalo es la actitud o el comportamiento que induce a otro a hacer el mal”); el Señor invita además a la grandeza de corazón en el perdón de las ofensas y apremia a evitar todo engreimiento (¡qué importante es ser humildes para hacer apostolado! no olvidemos lo que afirma el saber popular de que la soberbia muere unos minutos después que lo haya hecho la persona y, mucho más claro que siempre tenemos que luchar contra ella, porque es la madre de todos los vicios, definida por santo Tomás como “un apetito desordenado de la propia excelencia”).
Al continuar leyendo los siguientes versículos vemos como los Apóstoles son conscientes de la dignidad de esas exigencias transmitidas por el Maestro que les confirma en la confianza en Dios para quien no hay nada imposible.
Luchemos pues en ser ejemplares, llenos de esperanza, ahogando el mal con el bien, no solo evitando el escándalo, sino mostrando con todas nuestras posibilidades la belleza del Bien, con el ejemplo, con el cariño, con la palabra.