En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo» (San Juan 6, 44-51).
COMENTARIO
En pleno tiempo pascual, el Evangelio de hoy tiene un alcance anastático verdaderamente sorprendente: Jesús enseña el Camino al Padre, meta y feliz destino de todo hombre, y brinda la comida y sustento para recorrerlo: Él mismo. Si contemplamos el “discurso del Pan de Vida” de Jesús en el contexto global del Evangelio de Juan, queda más clara y se torna más enriquecedora la perícopa de hoy. Dicho con brevedad: podríamos establecer una línea teológica entre cuatro episodios narrados por Juan, invitando a los lectores a meditarlo y alcanzar así toda su fuerza salvadora: Jn 14, 5-6: Tomás, el Mellizo, pregunta a Jesús por el camino – acceso al Padre; Jn 19, 34: La lanza del soldado abre el costado de Jesús crucificado; Jn 20, 24-29: Jesús resucitado invita a Tomás a entrar en el Camino al Padre; Jn 21, 2: Tomás el Mellizo, es testigo de la “pesca (153 peces grandes: v 13) milagrosa”. La revelación de estos textos es, en síntesis, la siguiente: Jesús en el Gólgota ofrece a todos los hombres la respuesta a la pregunta que Tomás le hiciera al “despedirse” de ellos. Por su costado se camina al encuentro de la Vida que es el Amor al Padre, escondido en el Corazón a Xto: este encuentro proporciona la Vida Eterna definitiva. Pero no es un proceso subjetivista e individualista, sino comunitario: se entra en el Amor salvífico del Padre recorriendo el Camino de la fe en la Iglesia, mediante el Bautismo y la participación en la Eucaristía. El Misterio pascual en su plenitud nos alcanza para nuestro bien, a través de la escucha de estas Palabras que se proclaman en las celebraciones litúrgicas de este tiempo. Es el Espíritu de quien levantó a Jesús de entre los muertos el que nos dará la Vida a nosotros en la Iglesia, que Él mismo santifica como medio universal de salvación para todos.
Dar gracias a Dios por un don tan excelso como el que nos revela el Evangelio de hoy es obligado, justo y necesario.