Emma Díez Lobo
No critico, sí lo hago… Palabras ilustradas, sublimes y geniales propias de grandes maestros… No me llegan al alma. El mundo no es tan bonito, como las palabras que se emplean para hablar de Dios.
La vida es complicada, difícil y durísima a veces. Hablar de salvación con dulcísimas frases, no ayuda al ser más miserable de la tierra, yo lo soy, todos lo somos.
Dureza, claridad, nobleza y sobre todo que nos hablen en nuestro “idioma”: Así, lo Divino, así, tal vez (que ya es bastante para muchos) aceptaremos que la vida no acaba aquí, que el alma no es un cuento chino ni una ilusión necesitada. La verdad, siempre desnuda.
Jesús era crítico y severo, no había salmos en sus Palabras sino contrariedad y dificultad en el camino del hombre. No hay “planicies”, sólo rocas, acantilados, peligros y condenas por todas partes. La misericordia, viene después.
Así era Dios, porque así es el hombre con la vida “regalada”. No, no quiero palabras de color rosa, ni decirme que la vida es fantástica porque normalmente no lo es… Quiero a Dios en el Evangelio con su dureza, quiero a Dios con su mensaje de verdad sin adornos ni puntillas que no entiendo. Quiero a Dios como cuando “se convirtió” en Jesús.
Reitero: De nada me sirve la retórica, ni el verso bien rimado, no nos suceda que ni siquiera tengamos ganas de saber… Tristemente es lo que pasa. No, no me gustan los grandes escritos inaplicables al día a día. A veces te levantas con un dolor inaguantable de espalda y a veces, no puedes respirar…
Seamos de la tierra para la tierra con la sabiduría y firmeza de Dios. Es lo que a mí me vale, porque entendí que sin Él, no puedo nada por mi misma.