«Desde el s. XIX, viene la emancipación del individuo, de la persona, y el matrimonio no se basa en la voluntad de otros, sino en la propia elección; comienza con el enamoramiento, se convierte luego en noviazgo y finalmente en matrimonio. En aquel tiempo, todos estábamos convencidos de que ese era el único modelo justo y de que el amor garantizaba de por sí el «siempre», puesto que el amor es absoluto y quiere todo, también la totalidad del tiempo: es «para siempre». Desafortunadamente, la realidad no era así: se ve que el enamoramiento es bello, pero quizás no siempre perpetuo, como lo es también el sentimiento: no permanece por siempre. Por tanto, se ve que el paso del enamoramiento al noviazgo y luego al matrimonio exige diferentes decisiones, experiencias interiores. Como he dicho, es bello este sentimiento de amor, pero debe ser purificado, ha de seguir un camino de discernimiento, es decir, tiene que entrar también la razón y la voluntad; han de unirse razón, sentimiento y voluntad. En el rito del matrimonio, la Iglesia no dice: «¿Estás enamorado?», sino «¿quieres?», «¿estás decidido?».Es decir, el enamoramiento debe hacerse verdadero amor, implicando la voluntad y la razón en un camino de purificación, de mayor hondura, que es el noviazgo, de modo que todo el hombre, con todas sus capacidades, con el discernimiento de la razón y la fuerza de voluntad, dice realmente: «Sí, esta es mi vida».Yo pienso con frecuencia en la boda de Caná. El primer vino es muy bueno: es el enamoramiento. Pero no dura hasta el final: debe venir un segundo vino, es decir, tiene que fermentar y crecer, madurar. Un amor definitivo que llega a ser realmente «segundo vino» es más bueno, mejor que el primero. Y esto es lo que hemos de buscar. Y aquí es importante también que el yo no esté aislado, el yo y el tú, sino que se vea implicada también la comunidad de la parroquia, la Iglesia, los amigos. Es muy importante esto, toda la personalización justa, la comunión de vida con otros, con familias que se apoyan una a otra; y sólo así, en esta implicación de la comunidad, de los amigos, de la Iglesia, de la fe, de Dios mismo, crece un vino que vale para siempre. ¡Os felicito!» (Benedicto XVI. Milán, 02-06-2012).
Historia de San Valentín y aspectos pastorales
San Valentín, obispo y mártir, patrón de la ciudad de Terni (Italia) y protector de los enamorados de todo el mundo nació en Terni en el 175 d.C. Valentín dedicó toda su vida a la comunidad cristiana que se había formado en la ciudad a cien kilómetros de Roma, donde arreciaba la persecución contra los seguidores de Jesús.
El eco de los clamorosos milagros realizados por el santo, llegó hasta Roma y se difundió pronto por todo el imperio, así fue que el Papa San Feliciano lo consagró primer Obispo de la ciudad de Terni, y todavía hoy conserva los restos mortales. Su nombre está siempre unido al amor por un episodio que en aquel tiempo fue muy clamoroso: cuenta la tradición que San Valentín fue el primer religioso que celebró la unión entre un legionario pagano y una joven cristiana. Seguidamente fueron muchos que desearon su bendición, todavía hoy este hecho se recuerda durante la fiesta de la promesa en la Basílica que lleva su nombre en Terni. Durante el período de su vida pastoral fue muy amado por la población umbra. Durante las persecuciones cristianas San Valentín fue encarcelado y azotado en la vía Flaminia, lejos de la ciudad para evitar tumultos y represalias de parte de los fieles, y fue entonces martirizado. Al cuerpo del Obispo de Terni se le dio sepultura apresuradamente en un cementerio al aire libre, colocado en la segunda milla de la vía Flaminia, a poca distancia de Roma. Más tarde tres fieles discípulos lograron desenterrar el cuerpo y llevarlo de nuevo a la ciudad, llamada entonces Interamna para asignarle una sepultura digna para su veneración. Fue el 14 de Febrero del 273 d.C. cuando fue martirizado. En el calendario romano pagano el 14 de Febrero era el día de la fiesta de la fertilidad: San Valentín ha cubierto, en el calendario católico, esta festividad; la “elección del amor” en el matrimonio pertenece al siglo XIX y por tanto, sólo en este siglo se pasó la fiesta de la fertilidad a la de los enamorados. Después de la muerte de San Valentín, la veneración por las gestas y ejemplo del Patrón del amor era cada vez más viva y se había difundido más allá de los confines de Roma. Los fieles de la ciudad en la cual había sido el primer Obispo, decidieron por tanto de hacerle un homenaje, construyendo una iglesia. Una suntuosa Basílica empezó a edificarse precisamente allí donde los discípulos de San Valentín habían transportado su cuerpo y donde habían sido ellos mismos sepultados.
En el 1630 fueron terminados los últimos trabajos y la bendición fue oficiada el 20 de Julio del mismo año por parte del Obispo de Terni Mons. Cósimo Mannucci. La consagración adviene en 1649 por parte del que era entonces Obispo de Terni, Cardenal Francisco Angel Rapaccioli. Los Padres Carmelitas cuidan hasta el día de hoy de la Basílica, que fue restaurada durante la segunda guerra mundial, cuando la iglesia fue constituida parroquia, y finalmente entre mil novecientos sesenta y setenta le fue conferido de manera definitiva el aspecto que tiene actualmente. El cuerpo de San Valentín está guardado en una urna de plata maciza construida en el 1906 y colocada debajo del altar mayor. La exhumación de las reliquias se realizó en el 1605 por voluntad del Obispo ternano Juan Antonio Onorati que autorizó las excavaciones debajo del altar mayor de la Basílica. Un arca construida con lápidas de mármol conservaba una pequeña teca de plomo ornada tan sólo con una cruz. Eran los restos del cuerpo de San Valentín. Debajo del altar mayor actualmente todavía visible está la cripta que era la tumba de San Valentín y un pequeño oratorio con un altar. En la cripta también se encuentra la caja de mármol que contiene las cenizas de los cuerpos de los discípulos de San Valentín. En los años 1971-72, contemporáneamente a la cripta que se ha podido mostrar, se dispuso un museo en el que están expuestos algunos fragmentos y hallazgos arqueológicos encontrados en las distintas excavaciones.
En la ciudad de Terni (Italia) se celebra la “fiesta de la promesa” de los enamorados que ha llegado a ser a partir de algunos años una manifestación de grande atracción donde se dan cita parejas de todas las partes de Italia y del extranjero. Es la fiesta del amor de todos aquellos novios que quieren intercambiar la promesa solemne de matrimonio en el día de San Valentín y en la basílica erigida sobre sus restos mortales. Junto a la solemne ceremonia de la promesa se celebra la de los matrimonios que festejan las bodas de plata, de oro o un largo período de vida conyugal para confirmar su amor con la nueva promesa solemne de continuar la vida juntos.