En aquel tiempo, cuando el pueblo de Israel cometió pecados, el Santo, bendito sea, dijo a Abrahán: “Abrahán tus hijos han pecado contra mí”.
Y Abrahán contestó: “Señor del Universo, destrúyelos en tu nombre” y no rogó para que los pecados fuesen perdonados a Israel. Entonces el Santo, bendito sea, se dijo: “Iré a Jacob que ciertamente tendrá compasión del pueblo de Israel, teniendo en cuenta el largo sufrimiento que tuvo con la educación de sus hijos”
Así le habló a Jacob: “Tus hijos han pecado contra mi” y Jacob contestó: “Por tu santo nombre, destrúyelos” y tampoco él intercedió por ellos. Entonces el Santo, bendito sea, se dijo: “Hombres viejos como Abrahán ya no tiene la razón clara y los más jóvenes no tienen razones todavía”, lo que justificaba que Dios no obtuviera ninguna respuesta satisfactoria de ellos.
Entonces el Santo, bendito sea, se dijo: “Voy a ir a donde Isaac y escucharé lo que él me diga. Y entonces dijo: “Isaac, tus hijos han pecado contra mí”. E Isaac contestó: “Oh Señor del Universo, ¿acaso son solamente hijos míos? ¿No son también hijos tuyos? ¿Por qué solo los has nombrado como hijos míos? En el tiempo en que recibieron la Torá, ellos dijeron: “Queremos obedecer y actuar en consecuencia”, y tú los llamaste “Israel, mi hijo, mi primogénito”.
Pero ahora que han pecado, los llamas mis hijos y no tus hijos. Y además, ¿de cuántos días dispone el hombre para poder pecar en este mundo? Sesenta años y diez más, y si vive mucho tiempo, llega a los ochenta. Descuéntales veinte, en los cuales el hombre no puede ser responsable, porque uno que tiene menos de veinte no es capaz todavía de cumplir con todos sus deberes. Descuenta pues veinte y solo le quedan cincuenta. Después descuenta todavía otros veinticinco que es el tiempo que lo pasa durmiendo y en este tiempo de inconsciencia no se peca. Entonces no le quedan más que veinticinco años. De ellos restemos doce años y medio más, que son los que el hombre emplea para rezar, para comer y para realizar sus necesidades corporales, quedándole entonces doce años y medio. Entonces, espero que tu querer sea que tomes los pecados de Israel sobre ti, y si para perdonarles quieres que yo tome la mitad sobre mí, sea. Pero si tú deseas que yo tome toda la culpabilidad sobre mi, acuérdate entonces que yo me entregué sobre el altar que había preparado mi Padre Abrahán.
Cuando los hijos de Israel lo oyeron exclamaron: “¡Isaac, tú eres nuestro Padre!”. A lo que Isaac respondió: “¡Oh hijos de Israel, dirigid vuestra mirada hacia Él!”. Entonces ellos elevaron sus ojos al cielo diciendo: “¡Tú eres nuestro Padre, desde siempre tú nos has liberado. Amén!”
Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen
Publicaciones relacionadas
PRESENTACIÓN DEL LIBRO, Me robaste el corazón
3 Mins de lectura
Un buen profesor
3 Mins de lectura
Ateísmo y religiosidad
5 Mins de lectura