El gobierno de España quiere implantar una nueva ley del aborto. Malo es que haya una ley que permita asesinar al hijo inocente en el seno de su madre, pero resulta más grave aún que, en lugar de intentar proteger al inocente, se busquen subterfugios legales para amparar en el anonimato a aquellos que ejercitan un presunto derecho que no es otra cosa que una licencia para matar.
ley de plazos: injustas justificaciones injustificables
Los supuestos que contempla la ley vigente para justificar este genocidio son tres:
- Peligro para la vida de la madre, condición prácticamente inexistente, dado que los avances de la medicina lo convierten en caso cada vez más improbable, pero que en ningún caso justifica la muerte premeditada de un ser humano para intentar salvar otra vida que está siendo amenazada, no por el ser que se quiere eliminar, sino por otras causas, que son las que hay que intentar curar, aunque conlleve el riesgo de la pérdida del feto, pero sin atentar directamente contra él.
- Otro de los motivos aducidos es el peligro que representa el embarazo no deseado para la salud psíquica de la madre, sin reparar que mucho más graves que estos peligros, que pueden subsanarse con una adecuada atención y acompañamiento de la gestante, son las secuelas que acompañan a la mujer después del aborto provocado que son más difíciles de subsanar que la aceptación del embarazo. En el caso de violación de la madre, el trauma sufrido por ésta, ¿justifica que el inocente pague por el culpable?, ¿qué clase de lógica irracional se ha apoderado de los hombres de nuestro tiempo?
- Algo semejante sucede en el caso de las posibles malformaciones del feto. Ya la mera sospecha de las mismas, que muchas veces resultan infundadas, es motivo para sugerir el aborto; pero aun cuando fueran ciertas, ¿justifica que para evitar un posible sufrimiento futuro al niño que va a nacer, se le condene a muerte? ¿Es la sentencia de muerte más benévola que los sufrimientos venideros o se trata simplemente de nuestra incapacidad para aceptarlos y, so capa de compasión, pretendemos ahorrarnos lo que no estamos dispuestos a afrontar? En el fondo, el aborto es un reflejo más de la incapacidad casi neurótica que tiene nuestra generación para aceptar el sufrimiento por muy pequeño que sea.
cosificación de la vida por consenso cívico
Pero lo que se pide ahora, sin más, quitándose la careta, es la admisión del aborto libre dentro de un determinado plazo, por la simple decisión de la madre sin ulterior justificación, que no puede ser aducida ni siquiera en los casos a los que hemos aludido. Como si la vida humana fuera digna de respeto a partir de la semana catorce o la que se determine por mero consenso y no un día antes de que se cumpla el caso. Es el hombre el que se ha arrogado la decisión que sólo compete a Dios.
Para hacer aceptable el aborto, se empieza por enmascarar la realidad, creando un lenguaje cuidadosamente inocuo y aséptico, que lo hace más digerible, llamándolo eufemísticamente “interrupción voluntaria del embarazo” (IVE), como si se tratara de cumplir un mero trámite administrativo.
Sin embargo, lo más grave que ha sucedido en toda la historia de la humanidad es la libre aceptación del aborto, lo que constituye el mayor genocidio que se está perpetrando ante nuestros ojos, pues ni siquiera las guerras más mortíferas se acercan a tan gran mortandad. Pero aún más horrendo es que este o crimen adquiera carta de ciudadanía y sea justificado en nombre de derechos que nadie puede atribuirse.
La lógica de la cultura de la muerte que impera en nuestro mundo lo impregna todo y hasta instituciones que, supuestamente actúan en defensa del hombre se han dejado arrastrar por ella, contradiciendo su propia naturaleza. Así sucede con UNICEF, que trabajando a favor de la niñez necesitada, acepta sin embargo que se destruyan vidas inocentes; por su parte, Amnistía Internacional, contra toda lógica, defiende la abolición de la pena de muerte para personas culpables —con lo que estamos de acuerdo—, pero claudica ante lo “políticamente correcto” y admite que se ejecuten a los más inocentes entre los inocentes. ¿Quién lo entiende?
el amor de Cristo, único timón para enderezar el rumbo perdido
La nuestra es una sociedad gravemente enferma y en proceso de decadencia que camina hacia su autodestrucción. Como decíamos más arriba, hay una incapacidad enfermiza por aceptar el sufrimiento, porque el hombre está dispuesto a sufrir, a condición de que el sufrimiento tenga un sentido. Pero la nuestra es una sociedad sin-sentido, que ha perdido por completo su rumbo. No es que nos encontremos en un barco a la deriva que haya perdido su rumbo; se trata de algo más siniestro que eso, porque tal hipotético barco aún tendría la esperanza de hallar la ruta perdida y arribar a puerto; pero es que ni siquiera hay dirección o puerto, puesto que se ha olvidado nuestro origen y ya no existe destino alguno, por lo que estamos perdidos sin remedio, desorientados sin esperanza o consuelo.
Habrá que ayudar al hombre a encontrarse a sí mismo, a reconocer su origen y contemplar su destino. Sin Dios el hombre se encuentra perdido, pues sólo si se sabe fruto de un amor sin límites podrá emprender con gozo su camino, dejarse conducir sin miedo y contemplar serenamente su destino. No es posible vivir sin el amor de Cristo.