«En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: “¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene. Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: “A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado”. Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora». (Jn 7,1-2; 10,25-30)
«…no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y con ello una orientación decisiva.»(Benedicto XVI, Deus caritas est ).
Con Jesús llega el reino de Dios, y como nosotros ya le conocemos y nos ha hecho participes de su vocación y su misión, sigue vigilándonos y dándonos seguridad. Por consiguiente, y puesto que nos proclamamos tan solidarios, Él exige nuestra atención y nos invita a dejarnos llevar por la fuerza silenciosa de su espíritu, a comprometemos a evangelizar día a día y sin miedos, a ser fuerza y consuelo, apoyo y fomento… Y así, desde nuestra experiencia de fe llegar a las realidades del mundo, que permanentemente están llamando a las puertas de nuestro corazón. Nuestro proyecto no puede ser más que el suyo.
Miguel Iborra