En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: – «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.» Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. (Marcos 6, 7-13)
“En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce (…) dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos”, ¿qué quiere decir esto?, sencillamente que es Jesús el que llama y que es Él el que capacita para la misión que encomienda. Él llamó a los doce. Los que fueron enviados fueron elegidos por Él con nombre y apellido, Él los escogió. Los eligió y también los capacitó. Les miró -esa mirada de Cristo Jesús que rompe por dentro- y dijo a cada uno: Ven. Y dejándolo todo, dice la Escritura, le siguieron. ¡Qué descanso que sea Cristo Jesús el que elija! Porque como decía san Agustín, “dame lo que me pides, y pídeme lo que quieras”. “Os haré pescadores de hombres”, les dijo y nos dice a cada uno de los que hemos sido llamados inmerecidamente. ¿Qué méritos tienes tú o tengo yo para que el Señor se haya fijado en nosotros? Por mi parte, ninguno. Nada y pecado, como diría santa Catalina de Siena. Pero Él ya cuenta con nuestra debilidad. Precisamente esta “poca cosa” que somos es lo que hará ver a las gentes que la alabanza, el honor y la gloria son de Él y para Él. Siervos inútiiles somos, habremos de decir, hemos hecho lo que teníamos que hacer.
¿Y cuál es entonces nuestra paga por dar a conocer el amor de Dios en esta generación? Sentirnos amados, queridos y confortados por Él. Esa es nuestra paga. Estar cerca de Él, conocerle y amarle. Ver a Dios actuando entre nosotros. ¿Qué mejor paga que la confianza plena en su voluntad? De ahí el encargo de no llevar alforja, ni túnica de repuesto, ni pan… porque así, todo viene de Él. Él lo provee todo.
Hermanos, hemos sido llamados, alegrémonos y estemos atentos a lo que el Señor nos pide. Ajustémonos a su Palabra, a su voluntad. Veremos maravillas. El Señor actuando en medio de nosotros. No tengamos miedo.