En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?” Yo entonces les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados.” El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas (San Mateo 7, 21-29).
COMENTARIO
No es raro encontrarse con frecuencia con alguien que aconseja la “escucha activa”, esa habilidad por la que al conversar hacemos saber al otro que estamos interesados en lo que nos está contando. Es una habilidad esencial para resolver conflictos y para ahondar en los vínculos que establecemos. Me acordaba de todo esto al meditar sobre el evangelio de hoy. He pensado que Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, es quien más sabe del corazón humano, de sus anhelos y necesidades más íntimas y, al mismo tiempo, de sus autotrampas, entre ellas la de la simple curiosidad, la de estar al tanto de muchas cosas sin comprometerse con ninguna o con nadie. San Pablo en el Areópago experimentó esa “escucha pasiva” de los atenienses que dejaron de prestarle atención cuando se encontraron con una novedad que les abría un mundo nuevo de posibilidades que no estaban dispuestos a acoger.
En el evangelio de hoy Jesucristo va directo a esa disyuntiva del corazón: poner en práctica o no la buena nueva, construir sobre roca o sobre arena. Por que vendrán lluvias, ríos y vientos, y la Palabra será el único fundamento para seguir en pie. Escuchar activamente la Palabra, meditarla en diálogo con el Señor y ponerla en práctica con su gracia, en medio de un aluvión de mensajes y ofertas constantes… una apasionante cita cotidiana.