Acudo solícito a la invitación de que he sido objeto para colaborar con mis nuevos amigos de la Asociación que edita la Revista Buenanueva. Será insignificante mi aportación pero solo por la voluntad puesta en ello, tal vez valga la pena. Me perdonarán si no fuera así.
Esta primera idea me viene de cierto programa-concurso televisivo mientras, ajeno pero no siempre, leía un libro de interés: “Don Álvaro del Portillo”. Próximo beato que lo será muy pronto si Dios es servido (27-IX-2014). Casualmente… dice así en una “Carta apostólica”, muy a propósito del programa en cuestión:
«Entre otras muchas precauciones, os he insistido tanto, y os seguiré insistiendo, en que seleccionéis muy bien los programas televisivos; más aún: es necesario superar esa especie de dependencia casi morbosa de la pequeña pantalla, que muchas personas experimentan y que se hace presente en el último rincón del pueblo más pequeño. Además, para una persona que ha de santificarse trabajando, resulta absurdo perder el tiempo —¡que es de Dios!— viendo diariamente programas de televisión: os planteo —prosigue— la posibilidad de ofrecer una pequeña mortificación más al Señor, yendo contracorriente del propio gusto o de lo que se puede estar tentado de justificar con facilidad, por la capciosa y “falsa razón” de que se trata de una costumbre muy generalizada».
Sin miedo, pues, al qué dirán ni a falsos respetos humanos me sumo al sabio consejo.
Carlos de Bustamante