En aquel tiempo, Jesús llegó a su tierra y se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal forma, que todos estaban asombrados y se preguntaban: « ¿De dónde ha sacado éste esa sabiduría y esos poderes milagrosos? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es María su madre, y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?»
Y se negaban a creer en él. Entonces Jesús les dijo: «Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa». Y no hizo muchos milagros allí por la incredulidad de ellos (San Mateo 13, 54-58).
COMENTARIO
La incredulidad, mi incredulidad me lleva de inmediato a la desconfianza y la desconfianza al desasosiego y muchas veces a la tristeza. Por eso se que debo estar atento y agradezco esta palabra tuya para mi en este día. Ya estoy en guardia. Se me vienen a la mente las palabras que tu mismo, Señor, le dijiste a tu discípulo Tomás: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos, trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente” (Jn 20,27).
Yo quiero ser crédulo. No quiero que “el Maligno” me robe la fe, que me quite la luz de tu gracia para saberte reconocer en todos los acontecimientos de este día. ¡Ayúdame tu Señor! Escucha mi grito suplicándote que me ayudes a ser fiel a no sucumbir en el combate para poder hacer tu voluntad. Que te pueda reconocer en las cosas más sencillas que me ocurran, que pueda ver las maravillas que me regalas, la cantidad de cosas que has puesto para mi sin merecerlas y que si las adversidades o los sufrimientos aparecen hoy pueda apoyarme en ti para que me ayudes a llevar la cruz que me asiste y me acompaña en la dirección que quiero seguir tras de ti para vivir siempre unido contigo.
¡BUEN DÍA CON EL SEÑOR!