En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban.
Jesús dijo:
-«Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos».
Les impuso las manos y se marchó de allí. (Mt 19,13-15)
Dejad que los niños vengan a mí, dice Jesús a sus discípulos en este Evangelio. En realidad ellos son los únicos que encuentran la puerta para acercarse a Jesús a lo largo de su vida. Existe el peligro real -no nos cabe la menor duda de ello- de atiborrarnos de actos y más actos y prácticas de piedad y, sin embargo, no movernos ni un paso hacia Jesús y su Evangelio. Lo mismo podemos decir si es que vivimos inmersos en programas formativos, cursos, simposios, etc. Digo esto porque a todos nos puede pasar igual que a aquellos fariseos y doctores de la ley de los que Jesús dijo: “Vosotros investigáis las Escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí, y vosotros no queréis venir a mí para tener vida”.