Mucha gente acompañaba a Jesús; Él, se volvió y les dijo: “Si alguno viene a Mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar2. O ¿Qué rey, si va a dar batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si, con diez mil hombres, podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz? Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío” (San Lucas 14, 25-33).
COMENTARIO
Efectivamente mucha gente acompañaba a Jesús; pero, ¿era por conocer su doctrina, o era por conseguir algún tipo de prebenda adicional? Porque sabemos que la madre de los Zebedeos, Santiago y Juan, le pidió un puesto a la derecha y otro a la izquierda de Jesús, en su Reino.
Mucha gente le seguía a Jesús cuando realizó el milagro de los “panes y los peces”. Comieron hasta saciarse. En otras ocasiones pedían curaciones, milagros…Y ya que el hombre es incapaz de convertirse, tiene que ser el Maestro el que se vuelva (que es lo que significa convertirse, “volverse hacia”) a ellos.
Llama la atención la humildad de Jesús: “…si alguno viene a Mí…”. De sobra sabe que le siguen por interés, como nosotros quizá…Y esta frase la repetirá en otro momento cuando dice: “…si alguno me ama guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él…”
Y dice “haremos morada”. Y es que el verbo “hacer” es sinónimo en la Escritura del verbo crear. No hay más que leer el Génesis, cuando Dios “hace “…el mar, los montes, los ríos, los animales…el hombre. Dios “hace”, que es lo mismo que “crea”. De ahí que “hacer morada en nosotros” es crear de nuevo, es cambiar el corazón de piedra por uno de carne, como dice el profeta Ezequiel.
Pero el punto central de esta catequesis es el del abandono de la familia, bienes, etc…
Hay otro Evangelio, que relata este episodio y dice: “…el que no odia a su padre, a su madre…” ¡Cuidado! con la interpretación de las palabras. Dios-Jesús, paradigma del Amor, no puede predicar odio. Es el abandono de otros dioses a lo que se refiere.
No se trata de abandonar a los padres, la familia…incluso los bienes materiales, salario, trabajo… NO A veces, incluso con buena voluntad, decimos: “… para mí, Dios es el primero…”Dios no ha de ser el primero, sino el ÚNICO. Si no es así, fácilmente habrá un segundo, un tercero, un cuarto… que en algún momento pasarán a ser el primero.
Cada cosa, cada situación, debe estar controlada, y éstas no pueden apartarnos de Dios. “No podéis servir a Dios y al dinero” nos dice Jesús. No podemos tener dos señores. No se puede hacer cualquier cosa por dinero, por lograr un mejor puesto.
Y nos dice estar dispuestos – pero de verdad -, a cargar con la cruz. Hay otro Evangelio que nos dice: “…mi yugo es suave y mi carga ligera…” Y ésta interpretación puede ser más clara: el yugo se lleva entre dos. Si tiramos de nuestra vida contando con el Otro, y ese Otro es Él, la cruz= la carga, es más suave y ligera.
Por último, dice el Señor: “…el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. Se trata de tener la confianza de que todo está bajo las Manos bondadosas de su Providencia. “Pedid el Reino de Dios y su justicia, y el resto,- lo que nos falta, lo que pedimos con tanta insistencia, los bienes terrenales…-, se os dará por añadidura…” Y aquí la palabra “justicia” se refiere a “ajustarse” a Dios. Esto es: buscar el Reino de Dios, pero ajustándonos a Él, acoplándonos, como una mano se adapta a la otra en perfecta armonía.
Hubo un santo que decía: “… Haz todo como si dependiera de ti, sabiendo que todo depende de Él…”
Pues tengamos esa “confianza” en Jesús, nuestro Divino Maestro. Confianza que tiene la misma raíz etimológica que “fiar”, e igual que “fe”.