Como dijeran algunos, acerca del templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo: “Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida”. Le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo sucederá eso? ¿Y cuál será la señal de que todas estas cosas están para suceder”?
Él dijo: “Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: Yo soy y el tiempo está cerca. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato “. Entonces les dijo: “Se levantarán nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas y grandes señales del cielo” (San Lucas 21, 5-11).
COMENTARIO
¿Es Jesús un aguafiestas? Los discípulos, como la gente en su mayoría, le gusta encontrar algo de que alegrarse, algo que celebrar, algo que admirar, y no se callan ante lo imponente de las construcciones con que Herodes había ampliado y adornado el Templo de Jerusalén, la casa de Jesús. Algunas de esas piedras, imponentes de verdad, se pueden contemplar aún hoy. Jesús no ve el tiempo como nosotros. Lo ve en su naturaleza que es fluir. “Panta rei”, “todo fluye” dijo el pensador griego. El tiempo en su caída, en su fluir inevitable, se lleva por delante todas cosas. Incluso aquellas cosas que por su solidez se acercan a lo eterno, a lo invariable, no lo son. “Todo ha de pasar por tal manera”, dejó escrito Jorge Manrique.
Si todo lo humano por admirable y sólido que sea ha de pasar, si no ha de quedar “piedra sobre piedra” “mirad cuan santa y buena ha de ser nuestra vida”.
Jesús nos invita a poner toda nuestra admiración y nuestra esperanza en él. “Que nadie os engañe”, habrá usurpadores de su nombre, hasta llegarán a proclamar algo que nos parecerá banal pero no lo es “yo soy”. Eso sólo lo puede proclamar Jesús: sólo Él es. Lo demás aparecen, fluyen, pasan, no son.
Tratarán de seducirnos con lo agradable de la brillantez y la apariencia de felicidad imaginada. No les sigáis.
También nos querrán paralizar con el miedo. “Habrá revoluciones, guerras y hambres”. No les temáis. Para nosotros lo más terrible ya sucedió, después de que los hombres crucificaron al Hijo, y a cambio recibieron al Espíritu Santo, nada peor puede suceder. Por eso no temáis, todo pasará, menos las promesas de Dios. Volveré.