En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.» Mateo 7,1-5
Sigo el blog de un profesor emérito del IESE (Barcelona), el Dr. Antonio Argandoña. Hace unos días comentaba algunas ideas, que me parece oportunas considerar para el comentario del evangelio de hoy; por ello, las transcribo. Dice así:
“Los problemas no nos los crean los otros, los otros nos hacen conscientes de los problemas que tenemos”. Un titular como este invita a la lectura de una entrevista a Julián Carrón, presidente de la fraternidad Comunión y Liberación. La recomiendo a mis lectores, porque está llena de ideas muy buenas.
Julián Carrón habla, entre otras muchas cosas, del diálogo con los que no piensan como nosotros (y nosotros somos todos: o sea, con los que no piensan como yo), a propósito del terrorismo, de los inmigrantes, de los que no se entienden con los católicos…
Resumo su argumento. Mi atención a lo que dicen los demás depende de mi propia experiencia humana. Si tengo una experiencia rica, me gustará compartirla con otros, para lo cual tendré que entrar en la riqueza de su experiencia. Eso es el diálogo. Donde se encuentran dos experiencias profundas, habrá mucho diálogo; donde dos no tengan nada que compartir, no habrá diálogo, y si es solo uno el que no tiene experiencias interesantes, el diálogo será también difícil.
Dándole vueltas al tema del diálogo con los de otra cultura, Carrón dice: “Podemos construir todos los muros que queramos e intentar mandar a casa y a todos y, cuando hayamos mandado a todos los que no nos gustan, empezaremos a darnos cuenta de que todavía no hemos empezado a poner las bases para afrontar los problemas que tenemos”. Y añade: “El vacía que encuentra un inmigrante no lo crea él. El otro nos hace darnos cuenta de que la sociedad no tiene algo atractivo que ofrecer como alternativa a la violencia terrorista”.
Y, un poco más adelante, añade: “la relación con el otro siempre es una relación dramática, incluso con las personas que quieres. ¿Por qué? Porque me desafían, porque no son una prolongación de mí mismo: son una alteridad, y una alteridad siempre provoca“.
Moraleja: cuando te cueste dialogar con otro, piensa: ¿qué barreras estoy poniendo yo? ¿Cómo soy yo, que no puedo abrirme al otro?
Jesús, nos enseña con este Evangelio que tan prácticamente comentan Carrón y Argandoña, a tener una corazón magnánimo; capaz de admirar antes que juzgar. No es fácil, pero es cuestión, una vez más, de retomar el trato con el Señor, de conocer como dialoga en el Evangelio con pobres y ricos, con mujeres, con hombres y con niños… y seguro que, de este modo, juzgaremos acertadamente; tendremos compasión de la grandeza humana… que parece un modo paradójico de decir y que, sin embargo, es una realidad muy profunda.