¿Y si toda nuestra vida no fuera otra cosa que una historia de amor? Una historia de amor que Dios pensó para nosotros, para la que hemos nacido y hemos sido creados. Una historia de amor con El. ¿Que eso es imposible? Sí, lo era; era tan imposible que el mismo Dios se ha tenido que hacer pequeño, como un niño; tan imposible que ha querido nacer de María Virgen para estar cerca de nosotros. Y es que, El que vive, no un muerto, está enamorado de nosotros.
Dios ha querido que nosotros también nos enamoremos, y que del amor entre el hombre y la mujer surja el matrimonio, como lugar santo para la vida. Por eso, ¿cómo pueden los gobiernos legislar contra el matrimonio, contra la familia y contra la vida, querer los poderosos expulsar a Dios de la vida pública, prohibir el Amor, pretender meter a Dios en un cajón…? «¿Cómo se puede negar a Dios el derecho a proponer su luz?», señalaba Benedicto XVI en su visita a Santiago de Compostela en noviembre de 2010. Solo la soberbia puede rechazar el mayor acto de humildad de la historia: la Encarnación, el Amor sin límites de Cristo crucificado. Solo la soberbia es ciega ante el Amor, la Verdad y la Belleza.
Y Él, enamorado de nosotros, nos muestra su Belleza en el libro de la naturaleza, en el libro de la Palabra, y en el libro de la Liturgia, como dice Benedicto XVI. Pero, sobre todo, en el libro de nuestra vida, de nuestra historia; en el libro de la Cruz. Y en la belleza de la Caridad; porque nuestra fe sin caridad sería lo que Fabrice Hadjadj, filósofo francés católico de origen tunecino e hijo de padres judíos, llama «la fe de los demonios».
Él se aparece a cada uno de nosotros por la predicación del Kerigma; nos habla, a través de su Palabra; y nos sienta a su mesa en la Eucaristía. La razón permanente de la alegría cristiana no está solo en que caminamos hacía la casa del Amado, sino en que caminamos junto a Él.
Y el Esposo nos dijo su Nombre, no lo ocultó. Nos mostró su Santo Rostro, se donó a sí mismo sin reservarse nada. Esperó nuestro sí, como todo enamorado espera el sí de la esposa, con paciencia; respetando siempre nuestra libertad, para así tomarnos como esposa eterna de Jesucristo nuestro Señor.
la esposa
“La única locura que merece la pena es…enamorarse de Cristo”
Presentación de Iesu Communio. Catedral de Burgos
“El alma se parece a una esposa; el Señor a un esposo; los dos se aman el uno al otro y suspiran el uno por el otro. En su amor, el Señor siente nostalgia del alma y se aflige si en ella no hay lugar para el Espíritu Santo”.
Silvano, monje Monte Athos
“Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti… ¿Quién me concederá que vengas a mi corazón y lo embriagues… y me abrace contigo, único bien mío?”.
San Agustín
“¡Tarde te amé. Hermosura tan antigua y tan nueva. Tarde te amé!”
San Agustín
“Ya es hora, Esposo mío, de que nos veamos”.
Santa Teresa de Jesús, antes de morir
“Me sedujiste Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste.”
Jeremías 20, 7
“Cuando por mi suma providencia quise crear al hombre, al contemplarme a mí mismo en él, quedé enamorado de mi criatura y me complací en crearlo a mi imagen y semejanza, con suma providencia.”
Del Diálogo de Santa Catalina de Siena sobre la Divina Providencia
“Hija mía, te he elegido a ti para mí, ámame con todo tu corazón”.
Del Libro de las Revelaciones de Santa Brígida de Suecia
“Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré”.
San Anselmo
“Yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera”.
Santa Josefina Bakhita, esclava africana
“Al que deseé ya lo veo, al que esperaba ya lo poseo, estoy unida en el cielo con aquel que amé ardientemente en la tierra”.
Antífona del Salterio, festividad de Santa Inés, virgen y mártir.
el esposo
“… Me casaré contigo en matrimonio perpetuo…”
Oseas 2, 16.
“¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven! Paloma mía que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame escuchar tu voz, permíteme ver tu rostro, porque es muy dulce tu hablar y gracioso tu semblante»”.
Cantar de los Cantares 2, 10-14
“El misterio pascual revela plenamente el amor esponsal de Dios. Cristo es el Esposo porque «se entregó a sí mismo»: su cuerpo fue entregado, su sangre fue derramada (Lc 22,19.20”.
Juan Pablo II, Carta apostólica « Mulieres dignitatum>> §23,26
“Aquel día —oráculo del Señor—tú me llamarás: «Mi Esposo» y ya no me llamarás: «Mi Baal» … Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor”.
Oseas 2,16; 2, 21 s.
“De lejos Yahveh se me apareció. Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti”.
Jeremías 31, 3
“El nos ha amado desde toda la eternidad: « Yo he sido el primero en amarte…Aún no habías nacido, ni siquiera existía el mundo, y yo ya te amaba. Desde que existo, yo te amo»”.
San Alfonso María de Ligorio
el encuentro
“¡He encontrado el Amor, el Amor se ha dejado ver!… Mi alma se ha unido a la voluntad divina… porque en la vida y en la muerte quiero totalmente y en todo la voluntad de Dios”.
Santa Verónica Giuliani
“Lucas habla de tres elementos que caracterizan cómo está el Resucitado con los suyos: Él se apareció, habló y comió con ellos. Aparecer-hablar-comer juntos: estas son las tres automanifestaciones del Resucitado, estrechamente relacionadas entre sí, con las cuales El se manifiesta como el Viviente”.
Benedicto XVI. Jesús de Nazaret II, p.314.
“El Señor, nuestro Dios, hizo una alianza con nosotros en el Horeb”.
Deuteronomio 5, 2
“Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz”.
Números 6, 25-26
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que crea tenga vida eterna”.
1 Juan, 3,16
“Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo. La oración no es otra cosa que la unión con Dios… En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar”
San Juan María Vianney
“La grandeza del amor de Cristo se manifiesta precisamente en que Él, a pesar de toda nuestra miserable insuficiencia, nos acoge en sí, en su sacrificio vivo y santo, de manera que llegamos a ser realmente su Cuerpo”.
Benedicto XVI. Jesús de Nazaret II
“Fiel es Dios, por quien habéis sido llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor”.
1ª Corintios 1, 9
“El cosmos no fue creado para que hubiera multitud de astros y tantas otras cosas más, sino para que hubiera un espacio para la Alianza, para el sí del amor entre Dios y el hombre que le responde”.
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret II, p. 97.
el amor
“Lo más grande que sucede entre Dios y el alma humana es amar y ser amado”.
Paul Evdokimov, teológo ortodoxo
“La victoria del amor será la última palabra de la historia del mundo”.
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret II, p. 333.
“La persona humana ha sido creada a imagen de Dios y, por esto, está llamada a construir con Dios una maravillosa historia de amor”.
Benedicto XVI
“¿Qué quiso decir tu Señor…? Sábelo bien: amor es lo que Él Quería. ¿Quién te lo revela? El amor. ¿Por qué te lo revela? Por amor… Así aprenderás que nuestro Señor significa amor”.
Santa Juliana de Norwich, Libro de la Revelación
“El amor es lo único con que la criatura puede corresponder a su Creador”.
San Bernardo