Si algo se puede decir, de primerísima impresión, sobre Carmina García Valdés, es que es una mujer que está “viva”. La vitalidad le brota por los ojos, por las manos, por todo el cuerpo. Es un torbellino andante. Una mujer convencida de lo que hace, lo cual le da una impronta de alegría, de gozo… En esta entrevista nos relata el drama por el que pasan las mujeres que abortan, y cómo desde los Servicios Sociales se silencia la labor de muchas asociaciones que ayudan a la embarazada a tener a su hijo; muchas de ellas, inmigrantes, abortan de la mano de las trabajadoras sociales de su localidad.
Hemos quedado a las tres de la tarde, en la sede de RedMadre (una red de asociaciones en defensa de la vida del no nacido) y, cuando traspaso la puerta de dicha asociación, palpo una realidad evidente: se trata de un piso donde se amontonan cochecitos, ropa de recién nacido, cunas, juguetes…, todo en un espacio muy reducido, lo cual me lleva a pensar que se puede hacer mucho bien con medios bastante limitados.
De la Fundación RedMadre, creada hace tres años, ya han surgido treinta asociaciones locales RedMadre, con sus estatutos, sus propios socios, su propia cuenta corriente… RedMadre tiene un nombre muy pegadizo, que se asemeja mucho a los planteamientos del movimiento Provida: ayudar a la madre para salvar al hijo.
En realidad, la estamos salvando también a ella, porque después de 24 años de despenalización del aborto, sabemos que a la mujer no le hace ningún bien el aborto. Ya está admitido científicamente que lo que se aborta es un ser humano, por mucho que Bibiana Aído diga lo contrario, y lo es desde el momento de la concepción, porque del resultado de la unión de las células de un hombre y una mujer no sale ni una lechuga, ni un cachorro de dálmata: ¡sale un ser humano! Desde RedMadre se pretende que, allí donde haya una mujer que esté pensando abortar, haya alguien a su lado que le diga: “No estás sola, te podemos ayudar a tener a tu hijo”.
A veces con darles la enhorabuena, es suficiente para que pospongan todos los problemas. Las informamos de cómo está el hijo que llevan dentro, en qué semana de gestación está y cómo va evolucionando, las acompañamos a las ecografías. A cada embarazada le asignamos una voluntaria (es como un ángel de la guarda, según ellas) que la ayudará y acompañará durante todo el embarazo; por experiencia sabemos que estas voluntarias siguen manteniendo después del parto, durante mucho tiempo, vínculos de amistad con su “protegida”.
En RedMadre formamos voluntarios; hay quienes dan su tiempo, trabajando aquí gratuitamente, otros buscan recursos (enseres, ropa de bebé…) y aparecen, de vez en cuando por aquí, con la furgoneta llena… Hay madres a las hemos ayudado, que nos traen a otras madres en apuros; actualmente, una madre, por agradecimiento, nos limpia la sede todas las semanas… Aquí vemos mujeres que, a pesar de estar solas, ser menores de edad o tenerlo todo en contra… incluso asegurándoles que su hijo viene con problemas, han sido madres y son las mujeres más felices del mundo”.
Carmina García Valdés tiene la experiencia personal de un aborto natural, lo cual, dice, le ha servido para comprender en cierta medida, la terrible realidad de la mujer que aborta:
Yo sufrí un aborto espontáneo, el de mi cuarto hijo, y lo viví como algo traumático, la muerte de un hijo en tu seno. Durante los tres días que estuve en el hospital, lloré mucho, lo pasé fatal, pero me ha servido para ponerme en la piel de la mujer que aborta; y si esto ocurre con un aborto natural, qué será cuando tienes la convicción de que has hecho algo para que ese hijo muera: eso no te lo perdonas; yo me pongo en su lugar y no podría soportarlo.
Nos queda el consuelo de que aquellas que abortan saben, porque se lo decimos, cuáles son los síntomas del síndrome posaborto y pueden pedir ayuda a tiempo. Después del aborto, para que no queden secuelas irreversibles, debe haber todo un proceso de duelo por el hijo, ponerle nombre, “enterrarlo” en la mente. Lo primero que tiene que hacer la mujer es contarlo, sacarlo fuera; sin embargo, lo que esta sociedad proaborto propugna es que guarden silencio; se las castiga, además, con el silencio.
Puedo contar el caso de una mujer de Albacete que abortó hace nueve años; ahora el marido, por razones profesionales, quiere trasladarse a otra provincia, y ella dice que de ahí no se mueve, porque en Albacete “están los restos de su hijo”. Pobrecita. ¿Dónde están los restos de un aborto, por Dios? Pero ella necesita ya ayuda psiquiátrica: “Yo me separo de mi marido, si es menester, pero de aquí no me voy”.
También tenemos el caso de una colombiana de dieciocho años, rescatada en la misma puerta de la clínica Dator: decide no abortar, pero a los dos meses pierde al bebé de forma natural y entra en depresión, porque en el fondo se culpa a sí misma de esta pérdida. Ella nos comentaba: “Yo antes quería abortarlo, para mantener mi libertad, y ahora que lo he perdido, me sobra la libertad”. Está en tratamiento terapéutico.
Carmina me dice que en su asociación cada vez están recibiendo más peticiones de ayuda psicológica y psiquiátrica para mujeres que han abortado, porque…
A quien se le hace un daño tremendo, a veces irreversible, es a la mujer. También hay varones que están recibiendo terapia. Te puedo contar, por ejemplo, el caso de un chico rumano que, tras llevar él mismo a su novia a abortar, ahora él está hecho polvo. En la Clínica Dator, uno de los abortorios más activos de Madrid, de los que más abortos practica, de cualquier semana de gestación, estamos detectando ahora que intentan posponer el aborto para que sea un aborto quirúrgico y no químico.
Un aborto químico (píldora RU-486) provoca, además de contracciones y dolores tremendos, que el aborto se produzca en casa, lo cual supone un trauma enorme para la mujer porque expulsa al feto muerto en su propia casa, con lo cual no sabe qué hacer con los restos humanos. Como esto puede tener repercusiones serias, se está posponiendo el aborto a las chicas embarazadas de menos de ocho semanas, para que lleguen a la décima semana y así practicarles un aborto quirúrgico: esto ya es más caro, el abortorio gana más y además se aseguran de que los restos son eliminados convenientemente.
Y continúa con la descripción, tremenda, de lo que es un aborto:
Si alguna chica va directamente, sin mediar Servicios Sociales, a una clínica abortista allí no le dicen qué tipo de aborto le van a practicar, no le cuentan lo siguiente: “Te vamos a hacer un aborto por succión, que consiste en introducir un tubo con una cuchilla en un extremo, por tu vagina (el tubo va conectado a un aspirador 26 veces más potente que el aspirador de casa) y, una vez introducido, absorberá todo lo que tienes en el útero y lo destrozará con la cuchilla mientras pasa; como la cabeza no entra, entonces tendré que meter unos fórceps por tu vagina hasta que”… Claro, si cuentas esto, la chica sale corriendo; por eso no se lo cuentan.
Es más, si alguna pregunta “¿Me va a doler?” (porque hay quienes tienen la convicción de que lo que van a abortar es un hijo), le responden: “No, no; sólo se trata de un tejido, no tiene terminaciones nerviosas…” Además le dicen que a ella no le va a pasar nada, le hacen firmar un consentimiento informado en el que, como en cualquier intervención quirúrgica, le señalan las posibles complicaciones que puede tener, y desde hace unos pocos años, al menos en la Dator, indican que puede tener una “ligera depresión” que pasará con el tiempo.
A “ligera depresión” reducen el transtorno diagnosticado en muchos casos como “síndrome pos-aborto”, un transtorno que ha llevado a algunas mujeres al suicidio, a otras a autolesiones, a transtornos de la alimentación, de la conducta sexual, del sueño (insomnios, pesadillas recurrentes), a ser agresivas con el entorno familiar o de amigos: hay muchísimos síntomas que a veces, pueden confundirse con estrés, ansiedad o “depresión por la crisis”.
El otro día, en una Universidad, les decía a las estudiantes: “Quizás tengáis alguna compañera a la que estáis notando rara, un día triste, otro eufórica, otro enfadada; quizás no duerme bien o está alicaída, va al psiquiatra y le diagnostica estrés o ansiedad. Puede que detrás de todo esto haya un aborto”. Tampoco hace falta que el aborto sea reciente; efectivamente, conocemos el caso de una mujer que abortó hace veinte años, y ahora está teniendo los síntomas posaborto.
El síndrome posaborto tiene varias fases. Las dos más inmediatas son la de la negación y la de la reafirmación, es decir, la primera consistiría en que la mujer no reconoce la gravedad de lo que ha hecho (“Si no ha pasado nada, no me ha dolido, estoy tan a gusto”) y, la segunda, sería cuando la persona se reafirma en la decisión tomada: “Tenía que hacerlo, no había más remedio”. Esto, Carmina lo ejemplifica con el siguiente caso real:
A un matrimonio asturiano, bien situado económicamente, le diagnosticaron que su hijo (el primero) venía con síndrome de Down: ella quería abortar, él no. Vinieron a Madrid y les presentamos a una familia con cinco hijos, el cuarto de ellos con síndrome de Down, que estaría dispuesta a adoptar a otro niño igual. El marido, ante la posibilidad de darlo en adopción, quería firmar ante notario que no obligaría a su mujer a quedarse con el hijo, pero al menos, le pedía que terminase el embarazo. Ella estaba de cinco meses y abortó. Ahora él está recibiendo tratamiento psicológico y me dice que tenían que abortarlo porque “además del síndrome de Down, el niño venía con cardiopatías”. Yo le comentaba que todos las criaturas con síndrome de Down tienen una cardiopatía prenatal diagnosticada, pero eso no justifica el aborto: ¿acaso es menos digno de nacer que cualquier otro bebé? Él está en una fase de reafirmación que pasará y, cuando pase, se dará cuenta de que ha matado a su hijo, su único hijo; pero allí estaremos nosotros para ayudarle.
Y me cuenta el caso de una inmigrante 23 años, embarazada del séptimo hijo (de los cuales viven tres), con tres abortos provocados en su haber. Esta mujer se queda embarazada siempre de la misma pareja, él la abandona cada vez que hay un embarazo; al encontrarse sola, sin trabajo, ella decide abortar y poco tiempo después, vuelve a quedarse embarazada…
Una vez que la mujer pasa por la experiencia de un aborto provocado, lo más probable es que desde ese mismo momento esté sufriendo ya los síntomas del síndrome posaborto: uno de ellos es querer embarazarse de nuevo de forma compulsiva, por el vacío que se le crea tras el aborto. A esta mujer, que nos la han derivado de Cáritas de una localidad madrileña, que dice que le encantan los niños y ser madre, cada aborto le crea un vacío más tremendo y cada vez está más incapacitada para tomar la decisión correcta; de momento, hemos conseguido parar la idea de un nuevo aborto: hace unos días la llevamos a hacerse una ecografía y vio a su hijo.
Le pregunto a Carmina sobre si las creencias religiosas pueden, de alguna manera, ayudar a estas mujeres a seguir con el embarazo o a encontrar consuelo tras el aborto.
Sí, la fe ayuda muchísimo. De entrada, nosotros no hablamos de ayuda espiritual; pero si durante la conversación la mujer nos manifiesta que es creyente, le proponemos este cauce. En el caso de esta chica de esa localidad madrileña, el sacerdote, que la conocía, había hablado con ella y su figura le ha proporcionado una tranquilidad enorme, pues esta mujer que ya había abortado en otras ocasiones, al encontrar que un cristiano no la juzga, no la condena por sus abortos anteriores, eso la ha confortado; en realidad, es lo que los cristianos tenemos que hacer: nosotros no somos quién para juzgar a nadie.
Y el padre, ¿qué tiene que decir ante el aborto?
A los hombres, en general, les ha venido muy bien que el embarazo lo gestione solamente la mujer, consiguiendo así enfocar el aborto sólo desde el punto de vista femenino. Los pro-muerte hablan del derecho de la mujer, pero para que se produzca un embarazo hace falta la concurrencia de dos personas, hombre y mujer, al 50%. Ella pone el “envase” para que esa criatura crezca durante los nueve meses, pero tan padre es él, como madre ella. El hombre ha perdido la ocasión de reivindicar su paternidad, dejando a la mujer toda la capacidad de decisión. Los hombres no pueden hacer nada, legalmente, por la vida del hijo, y estamos encontrándonos hombres que sufren de síndrome posaborto. También hay abuelos que sufren estos síntomas, porque sienten que no han hecho nada por salvar la vida de sus nietos. También hay padres y madres que llevan a sus hijas menores a abortar, a la fuerza.
Comenta a renglón seguido que las menores que cuentan con el apoyo de sus padres, por lo general, no abortan.
Las menores no quieren abortar. Si después de la lógica regañina, la madre le dice a su hija “Venga, hija, adelante con ese niño”, ese niño nace. Hace unos días conocimos el caso de una niña de 14 años, embarazada, a quien la encargada de los Servicios Sociales de una localidad del sur de Madrid le había pedido cita para abortar en el Hospital Doce de Octubre, porque según ella “no tenía edad para ser madre”. La niña se escapó y se fue a su pueblo. Y allí habló con su catequista y gracias a ésta, la hemos podido ayudar. La madre nos decía: “Es que como la trabajadora social ha dicho que aborte…”; y es que no se puede uno ni imaginar el peso que tiene lo que digan los médicos o las trabajadoras sociales.
A veces me da la sensación de que tener un tercero, un cuarto, un quinto hijo… es visto como una maldición, en nuestra sociedad actual.
¿A usted no le han dado el pésame alguna vez, por estar embarazada? A mí me lo dieron cuando me quedé embarazada del cuarto hijo. ¡Ay, pobre, lo siento! Me dijeron. Esta concepción del mundo también “obliga” a muchas mujeres a ir al abortorio, porque no está bien visto tener muchos hijos y no es una buena noticia para algunas personas. Conocemos el caso ahora mismo, de un cuarto hijo al que quieren abortar precisamente por esto. Sin embargo, vemos que hay mujeres en las situaciones más difíciles que uno pueda imaginar (malos tratos, abusos en la infancia, abandono, etc.), que, sin embargo, cuando han sabido que están embarazadas, han sonreído, porque es una buena noticia para la mujer, pues no deja de ser un milagro… No es tan fácil concebir un hijo; pero siempre hay alguien al lado que te dice: “¿Y si viene mal? ¡Cuánto gasto! ¿Otro?” Y abortar es tan rápido, tan fácil, tan barato…
Todas las políticas que se están desarrollando en España y en Estados Unidos, a día de hoy, son antifamilia, antipersona. La familia es un nido de valores y lo que interesa es que los seres humanos seamos meros votantes. ¿Cómo se acaba con la familia?: destruyendo a la mujer; y ¿cómo destruimos a la mujer?: negándole la maternidad. La convertimos entonces en un ente amorfo: eso es lo que se pretende, que la mujer abomine de su esencia femenina, de la maternidad. De hecho, el aborto en USA comenzó como control de natalidad de población no deseada. Los primeros abortos se hicieron entre los negros.
Nosotros, en RedMadre, la mayoría de los casos que tratamos son de inmigrantes. Aquí en España, las mujeres abortan obligadas: las obliga su pareja, las obligan los padres si son menores o la señora de la casa donde trabaja, porque si no, la echa… Y abortan, además, engañadas. Le cuento el caso de una camerunesa de 24 años, embarazada por segunda vez, sin trabajo; su pareja la ha abandonado y acude a los Servicios Sociales a pedir algún tipo de ayuda; allí le dicen que no tienen ayudas pero, “si quieres, te pagamos el aborto”, y desde el despacho de la trabajadora social le piden cita con la clínica Isadora, le hacen un volante para el FERMAT y, una vez allí, un certificado de que se ajusta —falso— al primer supuesto (riesgo grave para la salud física de la madre), con lo cual, el aborto le iba a costar “cero”. Esta joven chica iba camino de la Isadora, cuando se encontró con Jesusa, 79 años, quien la convenció de que aquí la íbamos a ayudar. El jueves a las 12.00 horas tenía cita para abortar; a las 12.55 horas, Caliste entraba por esta puerta de RedMadre. Ahora está en una casa de Cruz Roja, ella y su hijo.
¡Y, además, en los Servicios Sociales de Madrid no les dicen que existimos!, ni que existe Provida, Adevida, Fundación Vida, Fundación Madrina, Las Oblatas, la Obra Social Ascensión Sánchez, Cruz Roja, Cáritas… Es más cómodo pagarles el aborto, porque una mujer inmigrante que tiene a su hijo, pasado el tiempo vendrá a pedirles ayudas para la guardería pública, o para la gestión de la Renta Mínima de Inserción…, es decir, mucho trabajo para los Servicios Sociales; así que si “se la quitan de en medio”, mejor.
Nosotros conocemos a una doctora, inspectora médica, que está detrás de algunos médicos de la Seguridad Social de Madrid, que están derivando a abortar a inmigrantes “porque sí”, y convencen a estas mujeres de que su hijo viene mal porque “ha tomado una aspirina”… como le ocurrió a una chica rumana, a la que le diagnosticaron una malformación tremenda y, desde la consulta del médico, le pidieron cita con la clínica Dator, diciéndole: “A ti te lo van a hacer gratis, porque eres inmigrante; a las españolas les cobran 400 euros”. ¿Qué gana ese médico? Pues un porcentaje del dinero que la Seguridad Social paga al abortorio por ese aborto.