“En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño.” Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: “En verdad, en verdad os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Juan 10, 1-10
El Evangelio de Juan está lleno de simbolismos, hay simbolismos en las palabras y en los hechos. En Juan 1,29 se dice «He ahí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo». En Juan 2,19 Jesucristo es el Templo nuevo frente al Templo de Jerusalén, hecho de piedra, a partir de ahora vienen los verdaderos adoradores en Espíritu y en verdad. En Juan 6,35 Jesucristo es el pan de vida, que hace referencia a la Eucaristía En Juan 4,20 Jesucristo es la fuente de agua viva, haciendo referencia al Bautismo. En Juan 10,11 Jesucristo es el Buen Pastor, lleva a sus ovejas hacia los buenos pastos, hacia el banquete donde Él mismo es el alimento. En Jn 8,12 Jesucristo es la luz del mundo. Luz y tinieblas se abren paso en el Evangelio desde las primeras líneas para dramatizar simbólicamente la lucha del bien y el mal en torno a la figura de Cristo.
En Juan 3,29 Jesucristo es el esposo. Hace referencia al matrimonio espiritual entre Yahveh y su pueblo y Jesucristo desposado con su Iglesia. Después de ver estos simbolismos y de reflexionar sobre esta Palabra diremos que Jesucristo ha asumido nuestra naturaleza de una manera total, quiere esto decir que Jesús, siendo Dios, es totalmente hombre como nosotros, y si a esto le añadimos que Dios creó a los hombres a su imagen y semejanza concluimos que la medida en la que los hombres y las mujeres podemos relacionarnos con Dios es en la medida en que nos reconocemos lo que somos, seres humanos. Lo humano tiene que ver con Dios y Dios tiene que ver con lo humano. Pero ¿qué nos pasa? Tantas veces a los hombres nos pasa bien por ser religiosos, bien por tener conciencia de su existencia o saber algo sobre Dios nos ocurre, creemos o pensamos que si Dios existe nosotros tenemos que parecernos a Él e incluso imitarle, pase lo que pase y caiga quien caiga. Para esto lo que hacemos es ponerlo como la imagen a la que hay que imitar y seguir; es por esto por lo que si Él es Todopoderoso nosotros queremos serlo también, si Él es inmutable, nosotros también, que Él es justo nosotros también somos justos, acaso un poco más, y así nos pasa con todo lo que se refiere a Dios.
Que Dios es paciente, es servicial, no busca lo suyo, todo lo cree, todo lo espera, soporta todo, no tiene en cuenta el mal, pues nosotros solos y por nuestra cuenta queremos ser iguales a Dios, ahora bien, todos los días constatamos que no podemos imitarle ni alcanzarle, esto es imposible y por lo tanto terminamos cansados, aburridos o simplemente perdemos el interés por seguir y parecernos a Dios, y cuando no, lo quitamos de en medio argumentando que no existe. Estamos en una encrucijada, pues si Dios existe y no podemos parecernos a Dios ¿qué podemos o tenemos qué hacer? Casi siempre encontramos la solución en hacer y decir las cosas nosotros solos, con nuestras razones, empezamos a vivir todas las cosas, todas las relaciones por nosotros mismos. Esta forma de ser, de actuar, trabajar y relacionarnos solos sin ningún ser que nos ponga límites y que nos diga de qué arboles podemos comer y no comer nos recuerda el Paraíso que describe la Biblia. Solos y sin referencias a nada ni a nadie la relación se realiza ahora de otra manera, donde antes había reconocimiento ahora hay recelos, donde armonía ahora guerra, donde unión y argumentos ahora el otro es el culpable de lo que a mí me pasa y por tanto es mi enemigo, ahora la relación se convierte en egoísta, perezosa, soberbia, iracunda, lujuriosa, avariciosa e insaciable.
Dice Jesús en el Evangelio de este pasado viernes: el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y ahora en el de hoy dice: Yo soy la puerta que da acceso al rebaño, todo el que pasa por mí tiene acceso a las ovejas, entra, sale y encontrará pasto. Esta declaración nos anima, nos abre la puerta, nos dice que no estamos solos, nos invita a relacionarnos de una manera nueva, no desde nuestras actitudes ni desde nuestras razones, sino desde las actitudes con las que nos ha dotado y creado Dios y también con las que el Espíritu de Jesús nos ha regalado pasando por este mundo amando a todos los hombres y pidiéndonos a todos los hombres y especialmente a su Iglesia que hagamos nosotros lo mismo. No estamos solos el OTRO existe.