«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No se turbe vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» Le dice Tomás: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? » Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”». (Jn 4,1-6)
El tiempo que tarda el Señor en dejar lista nuestra morada en el cielo para cuando vayamos para allá (vv 2-3) podría servirnos para comprender nuestra vida como peregrinaje, y para no cargarnos con equipaje pesado.
“Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo”. Este “conmigo” es la acreditación para entrar en el cielo; el evangelista Lucas lo usa también en el caso del buen ladrón, crucificado con Cristo (Lc 23, 43). En cuanto nos vean acercarnos a la puerta del cielo con Jesús, ¿quién podría impedirnos entrar?
“Para que donde estoy yo estéis también vosotros”. Llegar con Él a la puerta del cielo y quedarnos allí donde Él esté es la más lograda forma de decirnos en qué habremos de ocupar esta vida, con qué habremos de llenar las alforjas para el camino: con la esperanza de encontrar, ¡al fin!, abrigo seguro en la Casa del Padre (hermosísima forma de describir el cielo), para quienes vamos por la vida tantas veces a la intemperie del sufrimiento y el desconsuelo.
Conmemorar a todos los fieles difuntos tiene su aquel, porque también (como en la festividad de ayer) la Iglesia nos incluye a los aún vivos, a los aún “vestidos”, como dice Pablo a los Corintios y Tesalonicenses, sobre todo: ¡en el cielo hay sitio para todos! Por eso el Señor tarda: porque esta preparación lleva su tiempo.
Maravillosa fiesta la de hoy: empezamos el camino cuando nacemos; lo andamos mientras vivimos; y lo acabamos cuando morimos. Más nos vale tener buen tino para no extraviarnos, que decía nuestro Jorge Manrique. Fiesta de esperanza y de liberación la de hoy. Nadie va al Padre sino por el Señor Jesús: mientras vivimos nos lleva consigo, no estamos huérfanos. Esta fiesta es un letrero en la calzada; no hay pérdida.
César Allende