En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado, a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado.
Ellos presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.» Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: «ve», y va; al otro: «ven», y viene; y a mi criado: «haz esto», y lo hace.» Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.» Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano (San Lucas 7, 1-10).
COMENTARIO
Que regalo tan inmenso es la fe. Tener fe no depende de mí. No depende de mi voluntad, de mi deseo de querer poseerla. No puedo comprarla en ningún sitio. Cuánta gente conozco que quisiera tener fe. Yo mismo tantas veces la he deseado y envidiado cuando la he visto aparecer en personas de mi entorno. Muchas veces me pregunto si tengo fe, si realmente tengo fe, o me creo que tengo fe. ¿Que supone tener fe?… Me ayuda inmensamente esta palabra tuya con la que me interpelas hoy Señor. Se me vienen a la memoria esas palabras tantas veces escuchadas: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: “Arráncate y plántate en el mar”, y os habría obedecido.» Lc17,6. Tengo que reconocerme Señor como un hombre de poca fe. Tu así increpabas a tus discípulos tantas veces cuando les hablabas en el Sermón del Monte: “Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? Mt 6,30 o cuando temblaban de miedo estando contigo en la barca: “Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Mt 8, 26
Yo, que quiero ser también digno discípulo tuyo, me reconozco en esta palabra con la que me hablas hoy y por eso te ruego que me des de lo que carezco. Que mes la fe, que me llenes de esperanza y que me inundes de la “caritas” que es el Amor con mayúsculas clave de mi felicidad y de los que me rodean. En definitiva, Señor que me colmes de esas virtudes teologales, que posee tu Iglesia y que solo puedo tener si ese Espíritu que prometiste a tus discípulos y que les llevo a muchos de ellos al martirio hoy habita conmigo. Ese es mi deseo. ¡Buen día con el Señor!