«Dijo Jesús a sus discípulos: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de la casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiara la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”
No sabemos ni el día ni la hora y no sabemos casi nada de muy poco, aunque no me meteré en este charco de cuánto sabemos o dejamos de saber, allá cada uno con sus saberes. Parece que este Evangelio o Buena Noticia nos habla de dos cosas: por un lado, nos dice que la vida es muy corta y por otro, que no sabemos nada de nuestro recorrido por este mundo y que todo está por venir.
Si un amigo, una persona o ser querido nos da una buena noticia lo primero que hacemos es alegrarnos y dar las gracias al portador de la buena nueva. Esta actitud o respuesta a este acontecimiento es muy acertada, diría más, es una respuesta sabia. Pues bien, el anuncio que Jesús hace a sus discípulos nos lo hace también a todos nosotros, Estad en vela, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre. Este anuncio es importante porque nos ayuda a vivir la vida con sentido, esperar algo o esperar a alguien nos ayuda a preparar el recibimiento, la mesa, la acogida, en definitiva nos ayuda a poner en marcha lo mejor de nosotros mismos, nos abre al otro, nos anuncia que somos seres en relación con los demás al tiempo que nos enseña que vivir esperando es de los mejores oficios que podemos realizar. Los seres humanos en general y nosotros en particular nos pasamos la vida esperando: esperando obtener un regalo, un reconocimiento, unos estudios, un trabajo, dinero, un beso, una compañera o según el caso un compañero, descendientes,… y si somos realistas también esperamos hasta las malas noticias: fracasos, enfermedades y hasta la muerte. Todas estas cosas las vivimos de forma natural, basta nacer para que se disparen todas nuestras capacidades entre las que se encuentra esta actitud de espera que nos lleva a desear y ver cumplidas estas expectativas, cada una a su tiempo. Y es que, la consecución de nuestros deseos nos habla de desarrollo, de plenitud, de realización personal y social, nos habla de derechos y obligaciones que hacen posible que las personas puedan alcanzar lo mejor que tiene el ser humano.
En este recorrido, hoy la buena noticia que nos trae la Palabra “estad en vela”, que es lo mismo que estar despiertos, nos avisa y nos hace conscientes del tiempo que nos toca vivir y convivir con los otros, nos dice que hemos sido llamados a la libertad (Gal 5,13), nos habla de ser misericordiosos como el Padre celestial es misericordioso, nos habla del amor; este el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado, nos hace presente la Plegaria Eucarística: cada vez que coméis de este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que vuelva (1Co 11,26).
Para rematar nos dice San Agustín cuyo día celebramos hoy, “alegrémonos, no solamente porque hemos llegado a ser cristianos sino que por su misericordia hemos llegado a ser el propio Cristo”.Dicho esto ¿qué nos queda hacer, mientras pasamos por este mundo? La mejor de las esperas, la más productiva, la más deseada, la más esperada; es pasar por este mundo haciendo el bien acogiéndonos a la misericordia del Señor, que por otra parte es la herencia que hemos recibido.
Alfredo Esteban