<<Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era griega, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.» Él, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.» Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido>>.Mc 7,24-30)
La clave para descifrar la entraña del cristianismo es situarse en el talante de Dios en relación con los hombres, tal como Jesús lo revela. Dios no hace acepción de personas y su amor, de hecho, se expande por todos los hombres de todas las edades de la historia. Es un amor universal, personal, creativo y permanente. Dios ama igual a un ermitaño que se entrega a la contemplación de Dios que a un ateo que lo ignora y lo combate. Aquel tiene la inmensa gracia de haberse encontrado con Él y puede vivir de su amor; este tiene la inmensa desgracia de ignorar y despreciar lo que más interesa conocer y amar.
Y esto ya desde la revelación del Antiguo Testamento. Todos los pueblos y todos los hombres podían conocer, por la mediación de Israel la universalidad del amor de Dios. Israel es un testigo que con su historia hace presente ante las naciones de la tierra la fuerza y vitalidad del amor eficiente de Dios.
El episodio da la mujer no judía que, con súplicas llenas de fe, alcanza de Jesús el milagro de la curación de su hija, nos sitúa en la misma perspectiva del amor universal de Dios. Jesús pone a prueba su fe haciéndola ver su condición de pagana. Pero la sinceridad y la fuerza de la fe en Jesús obra el milagro y consigue lo que busca. Viniendo del paganismo y de la idolatría, encontró la salud para su hija; y para sí misma encontró al Dios viviente. Cada día en la Iglesia del Señor hay personas que recorren este camino, silenciosamente, para encontrar al Señor, precisamente porque se dejan conducir por el Espíritu Santo.
No es problema de Dios el que exista o no exista porque, en realidad, para nada nos necesita, es feliz en sí mismo. Pero sí es problema del hombre cerrarse al amor de Dios y privarse de la fuerza más iluminadora y consistente. Carecer de Dios es estar en la indigencia y flotar en el vacío. Una vida sin Dios es una vida sin nada porque le falta todo.
En el trasfondo de toda búsqueda del hombre, está la necesidad de Dios. Cuando el hombre busca afanosamente el poder, la gloria, la riqueza, la felicidad…, está buscando a Aquel que es el poder, la gloria, la riqueza y la felicidad. Lo que les ocurre a muchos es que se quedan contemplando la fachada y no entran en el santuario donde está la grandeza.
La Iglesia está para hacer esta mediación. Como vigía en medio de la historia debe proclamar a los cuatro vientos el amor universal y gratificante de Dios a todos los hombres sin excepción, porque todos, aunque no lo crean, lo necesitan. Y ha de gritarlo con más fuerza a aquellos que más alejados se sienten. Ateos, agnósticos, comunistas, sabios, ignorantes, encumbrados, despreciados, todos están llamados sin reticencias a entrar en el santuario del amor de Dios para saber de verdad quiénes son, a dónde van, quién puede llenar su vacío y cuál la gloria que les espera. Esto es crear la verdadera fraternidad. Los miembros de la Iglesia hemos recibido, por el don del Espíritu Santo, la capacidad de vivir en el mundo como hijos de Dios, en Cristo y por Cristo. A la luz de la fe, todo prójimo es mi hermano. No puede haber ningún extraño entre nosotros. El Amor de Dios no conoce fronteras, ¡traspasa todos los muros! Sólo el amor nos hace salir de nosotros mismos y nos lleva más allá de nosotros mismos, a otras periferias geográficas y existenciales para plantar el hospital de campaña y ofrecer a todo hombre y mujer de este mundo una existencia redimida y una libertad liberada.