Pasar unos días de retiro se ha convertido en una forma de descanso como otra cualquiera. Los conventos abren también sus puertas a huéspedes ávidos de relajación
«El mundanal ruido» es una expresión hecha, de connotaciones tirando a negativas, como de agobio y pesadez. Tiene que ver con las multitudes en las calles, el frenético trajín en el metro, con las horas punta, con el festival de cláxones cuando hay atascos, con ese barullo constante: con las ciudades. Y cuanto más grandes, peor. El verbo que suele acompañar este cliché es el de desconectar, desconectar del mundanal ruido. ¿Y dónde? En el silencio. En el silencio, por ejemplo, que se encuentra en un monasterio.
Pasar unos días de retiro y apartamiento se ha convertido en una opción vacacional o de descanso más como otra cualquiera. Los conventos o monasterios abren también sus puertas a los clientes ávidos de relajación. Como suele suceder, su enclave muchas veces en medio de la naturaleza y alejado de ese mundanal ruido favorece el reposo y la tranquilidad.
«La gente busca aquí un lugar de reflexión, de descanso, un tiempo consigo mismo, otros vienen con sus preocupaciones. Es un lugarpara una interiorización, para buscar algo que ayude en el aspecto físico, psíquico y espiritual», explica el prior de la comunidad de los monjes cistercienses del monasterio de San Pedro Cerdeña en Burgos, en donde se pueden alojar hasta un máximo de 30 huéspedes. Las habitaciones son individuales o dobles, y el lugar incluye todas las comodidades en un servicio completo, tales como calefacción o agua caliente, además del comedor.
A diferencia de San Pedro de la Cerdeña, donde van tanto grupos como individuales, en el monasterio aragonés de Nuestra Señora de Valentuñana suelen ir sólo grupos. «Grupos religiosos o asociaciones religiosas. Vienen a descansar o a hacer recorridos también», dice elPadre Javier. ¿Tanto creyentes como no creyentes? «Yo no pregunto», contesta tajante y con humor el religioso. En San Pedro Cerdeña no se entra en cuestiones de fe tampoco. «Hay unos horarios de servicio de hospedería, pero el resto del tiempo cada uno se organiza su vida. Y quien quiera puede participar en los actos litúrgicos», explica el prior. Exactamente igual que en el monasterio aragonés.
Y, como todo, tiene su precio: 37 euros al día por persona en el caso de San Pedro Cerdeña. «Para nosotros no es un negocio, es un servicio que la orden ofrece», concluye. Y en Semana Santa, como suele ser tradición, ya han colgado el cartel de completo. «Habitualmente hay gente que viene y que repite. Siempre con muchos meses de antelación ya está lleno». Sin embargo, en el convento aragonés, aunque tienen también visitantes, no se llena. «Somos cuatro religiosos y hacemos las funciones religiosas en los pueblos cercanos», dice.
Nuestra Señora de Valentuñana está a tan sólo 1,5 km y medio de Sos del Rey Católico, el precioso pueblo donde se rodó «La Vaquilla» de Berlanga. El perfil de los huéspedes suele ser de gente adulta, entre los 45 y 65 años, afirma el Padre Javier. «Aunque en julio vienen unos chavales de un curso de inglés y son de secundaria», añade. Al convento de los monjes cistercienses en Burgos va gente de todo tipo, según su prior. «De todas las clases sociales. Gente con carreras, gente normal (oficio manual), religiosos, gente que se está preparando para un examen de oposición o una conferencia», expresa.
Como se puede leer en la página web del propio monasterio burgalés: «Nuestra hospedería está abierta al hombre y mujer de nuestros días, necesitados de un tiempo de soledad y silencio, con hambre en el espíritu, que buscan ‘escapar’ aunque sea temporalmente de la vida ordinaria». Aunque el prior también quiere matizar: «Eso no quiere decir que nosotros no vivamos una realidad de la vida social».