«Queridos hermanos, el tiempo en que vivimos es muy comprometedor, tanto para las familias, como para los pastores, que estamos llamados a acompañarlas. Con esta conciencia, les deseo buen trabajo para el nuevo año que el Señor nos dona. Les aseguro mi oración y yo también cuento con la de ustedes».
Con su cordial bienvenida, el Papa empezó su denso discurso, recordando el ministerio de la Rota Romana y destacó, en particular dos aspectos:
«El ministerio del Tribunal Apostólico de la Rota Romana ha sido desde siempre una ayuda al Sucesor de Pedro, para que la Iglesia, inescindiblemente unida a la familia, siga proclamando el designio de Dios Creador y Redentor sobre la sacralidad y belleza de la institución familiar. Una misión siempre actual y que adquiere mayor relevancia en nuestro tiempo.
Con la definición de la Rota Romana como Tribunal de la familia, quisiera poner de relieve otra prerrogativa, es decir que es el Tribunal de la verdad, del vínculo sagrado. Y estos dos aspectos son complementarios.
La Iglesia, en efecto, puede mostrar el indefectible amor misericordioso de Dios para con las familias, en particular a las heridas por el pecado y por las pruebas de la vida, y, al mismo tiempo, proclamar la irrenunciable verdad del matrimonio según el designio de Dios. Este servicio está confiado en primer lugar al Papa y a los Obispos».
El Papa Francisco recordó la importancia del Sínodo e hizo hincapié en la familia querida por Dios, que la Iglesia anuncia al mundo:
«En el camino sinodal sobre el tema de la familia, que el Señor nos ha concedido realizar en los dos años pasados, hemos podido cumplir, en espíritu y estilo de efectiva colegialidad, un profundo discernimiento sapiencial, gracias al cual la Iglesia ha indicado al mundo – entre otras cosas – que no puede haber confusión entre la familia querida por Dios y cualquier otro tipo de unión».
Tras reafirmar que «cuantos viven en un esta