Hemos creído conveniente presentar algunos textos sobre el tema que ilustran la postura papal y pueden ayudar a deshacer todo mal entendido en las personas de buena voluntad –sean o no creyentes– que quieran conocer la verdad sobre la cuestión del idioma más apropiado para la liturgia.
Es de destacar que no se trata de volver a permitir nada que antes haya sido prohibido, así como también la buena disposición del actual pontífice para tender puentes que propicien el entendimiento con quienes, dentro de la propia Iglesia, se opusieron totalmente a lo que consideraban posturas inaceptables del Concilio Vaticano II.
En este documento se palpa sobradamente la misericordia de Benedicto XVI que, unida a la firmeza en su fidelidad a la doctrina de siempre, garantiza la estabilidad de la única Iglesia en la que reside la totalidad de la verdad revelada y que permanecerá inconmovible ante los embates de las fuerzas desatadas por Satanás, siempre dispuesto a aprovechar cualquier motivo coyuntural para destruir el cuerpo místico de Jesucristo. No es la primera vez, ni será la última, que se estrellen los inútiles esfuerzos del enemigo contra la nave capitaneada por el Espíritu Santo.
la universalidad de la liturgia es esencial
Generalmente, diría que la reforma litúrgica no se implementó bien (en el Concilio Vaticano II) porque era algo general. Ahora, la liturgia es algo propio de una comunidad. La comunidad se representa a sí misma y la creatividad del sacerdote o de otros grupos será lo que cree sus propias liturgias. La liturgia actual es más la expresión de sus propias ideas y experiencias que del encuentro con la presencia del Señor en la Iglesia. Y con esa creatividad y presentación personal de la comunidad, desaparece la esencia de la liturgia. Porque en esencia podemos ver a través de nuestras experiencias y recibir lo que no es parte de nuestra experiencia, pero como un don de Dios. Pienso que debemos restaurar algunas ceremonias, pero la idea esencial de liturgia es que no nos presentamos a nosotros mismos sino que recibimos la gracia de Dios en la Iglesia del Cielo y la terrenal. La universalidad de la liturgia es esencial. La definición de la liturgia y el restablecimiento de esta idea también podrían ayudar a obedecer mejor las normas, no con un positivismo jurídico, sino compartiendo realmente lo que se nos da en la Iglesia a través del Señor.
Diría que podría ayudar ya que es una tradición de los tiempos de los Apóstoles, y no es sólo una norma sino la expresión de la dimensión cósmica e histórica de la liturgia. Celebramos con el cosmos, con el mundo. Es la dirección del futuro del mundo, de nuestra historia representada en el sol y en las realidades cósmicas.
Generalmente, pienso que fue bueno traducir la liturgia en las lenguas locales porque la entendemos, participamos también con nuestras mentes. Pero la presencia del latín en algunos elementos ayudaría a darle una dimensión universal, darle la oportunidad a la gente para que vea y diga “Estoy en la misma Iglesia”.
El futuro documento (sobre la Misa tridentina) no son nuevas disposiciones sino la interpretación de normas ya dadas. Sólo tenemos que interpretar o aclarar lo que es abuso y lo que es aplicable en la liturgia…
Pienso que la antigua liturgia no se prohibió nunca. Sólo necesitamos normas para que, pacíficamente, se aplique de modo que la liturgia reformada sea la liturgia habitual de la Iglesia. Y que quede claro que la otra siempre será válida, siempre siguiendo el Magisterio de la Iglesia y del Santo Padre.
Es importante estar abierto a la posibilidad de demostrar también la continuidad de la Iglesia. No somos parte de una Iglesia distinta a la de hace 500 años. Siempre es la misma Iglesia. La Iglesia siempre es Santa, nunca ha dejado de serlo, es imposible.
Es necesario afirmar en primer lugar que el Misal, publicado por Pablo VI… obviamente es y permanece la Forma normal –la Forma ordinaria– de la Liturgia Eucarística. La última redacción del Missale Romanum, (de 1962) anterior al Concilio… podrá, en cambio, ser utilizada como Forma extraordinaria de la Celebración litúrgica. No es apropiado hablar de estas dos redacciones del Misal Romano como si fueran “dos Ritos”. Se trata, más bien, de un doble uso del mismo y único Rito .
Por lo que se refiere al uso del Misal de 1962, como Forma extraordinaria de la Liturgia de la Misa, quisiera llamar la atención sobre el hecho de que este Misal no ha sido nunca jurídicamente abrogado y, por consiguiente, en principio, ha quedado siempre permitido.
En el movimiento guiado por el Arzobispo Lefebvre, la fidelidad al Misal antiguo llegó a ser un signo distintivo externo; pero las razones de la ruptura que de aquí nacía se encontraban más en profundidad… en muchos lugares no se celebraba de una manera fiel a las prescripciones del nuevo Misal, sino que éste llegó a entenderse como una autorización e incluso como una obligación a la creatividad, lo cual llevó a menudo a deformaciones de la Liturgia al límite de lo soportable.
En las discusiones sobre el esperado Motu Proprio, se expresó el temor de que una más amplia posibilidad de uso del Misal de 1962 podría llevar a desórdenes e incluso a divisiones en las comunidades parroquiales. Tampoco este temor me parece realmente fundado. El uso del Misal antiguo presupone un cierto nivel de formación litúrgica y un acceso a la lengua latina; tanto uno como otro no se encuentran tan a menudo. Ya con estos presupuestos concretos se ve claramente que el nuevo Misal permanecerá, ciertamente, la Forma ordinaria del Rito Romano, no sólo por la normativa jurídica sino por la situación real en que se encuentran las comunidades de fieles.
Las dos Formas del uso del Rito romano pueden enriquecerse mutuamente: en el Misal antiguo se podrán y deberán inserir nuevos santos y algunos de los nuevos prefacios… En la celebración de la Misa según el Misal de Pablo VI se podrá manifestar, en un modo más intenso de cuanto se ha hecho a menudo hasta ahora, aquella sacralidad que atrae a muchos hacia el uso antiguo. La garantía más segura para que el Misal de Pablo VI pueda unir a las comunidades parroquiales y sea amado por ellas consiste en celebrar con gran reverencia de acuerdo con las prescripciones; esto hace visible la riqueza espiritual y la profundidad teológica de este Misal.
Mediante este “Motu proprio”, se trata de llegar a una reconciliación interna en el seno de la Iglesia. Mirando al pasado, a las divisiones que a lo largo de los siglos han desgarrado el Cuerpo de Cristo, se tiene continuamente la impresión de que en momentos críticos en los que la división estaba naciendo, no se ha hecho lo suficiente por parte de los responsables de la Iglesia para conservar o conquistar la reconciliación y la unidad; se tiene la impresión de que las omisiones de la Iglesia han tenido su parte de culpa en el hecho de que estas divisiones hayan podido consolidarse.
No hay ninguna contradicción entre una y otra edición del Missale Romanum. En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande, y no puede ser improvisado o totalmente prohibido o incluso perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles el justo puesto. Obviamente para vivir la plena comunión tampoco los sacerdotes de las Comunidades que siguen el uso antiguo pueden, en principio, excluir la celebración según los libros nuevos. En efecto, no sería coherente con el reconocimiento del valor y de la santidad del nuevo rito la exclusión total del mismo.