<<Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies». Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos los envió Jesús con estas instrucciones: «Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis»>>.
A Jesús se le conmueven las entrañas al ver el abandono y la desidia en que se encuentra el rebaño de Dios y nos hace hoy una petición: “Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”. Sí, la situación de nuestra Iglesia, hoy, es muy preocupante: la mayor parte de los sacerdotes son de edad avanzada, en la mayoría de nuestras Diócesis, de aquí a diez años, la mayor parte de los presbíteros estarán jubilados y en el horizonte no se atisba la posibilidad real de un relevo generacional; nuestras asambleas parroquiales están formadas por personas mayores, los jóvenes y los niños están ausentes de la vida pastoral real en nuestras parroquias. Da la sensación de que la Iglesia se enfrenta a una profunda y seria transformación en los próximos decenios; seguimos padeciendo la “sequía” de vocaciones para la vida sacerdotal y religiosa; una gran mayoría de bautizados sigue viviendo en medio de una anemia espiritual preocupante. No es extraño, pues, que el Señor “al ver la muchedumbre, sintiera compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor”.
La Iglesia en España está siendo “vejada” permanentemente desde los medios de comunicación (TV y prensa) y nadie parece querer defenderla, ni los mismos cristianos. Los pastores (obispos, párrocos y teólogos), en no pocas ocasiones guardan un silencio inquietante ante tantos problemas y desafíos (secesión separatista en Cataluña, llegada de refugiados ininterrumpida, corrupción política, etc., etc.,) que generan preocupación y angustia entre los fieles cristianos: desafección hacia el Magisterio, divorcio existencial en la vida de los cristianos, falta de formación básica en la mayoría de los bautizados, integración de los inmigrantes, imposición de la ideología de género en la educación, problemática de los jóvenes, subjetivismo moral como forma de comportamiento en la mayoría de nuestras familias, etc., Estos desafíos y otras problemáticas, están reclamando de nuestros pastores una palabra de orientación clara, valiente, sin ambigüedades, que permita a los fieles nutrirse de un “pasto verdadero” que les garantice madurar y crecer en la verdad que nos hace libres y que no es otra que la palabra del Buen Pastor, Jesucristo “que ha dado su vida por las ovejas” (Jn 10,11).
En otro “tiempo de crisis”, parecido al nuestro, Dios tuvo que llamar al orden a sus pastores, por medio del profeta Ezequiel (cap. 34) y les denuncia su pecado: “se apacientan a sí mismos” ; “se han tomado la leche, quedado con la lana”; “han sacrificado las mejores ovejas”; “no habéis fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba perdida, no habéis tomado a la descarriada ni buscado a las perdidas, sino que las habéis dominado con violencia y dureza”; “ellas se han dispersado por falta de pastor, y se han convertido en presa de todas las fieras del campo, andan dispersas”; “mis pastores no se ocupan de mi rebaño porque ellos, los pastores, se apacientan a sí mismos y no apacientan mi rebaño”. Son palabras duras que nos tienen hacer que pensar: ¿cómo estoy viviendo la responsabilidad pastoral que Dios me ha confiado (como padre o madre de familia, como fiel cristiano o como pastor de la Iglesia)? A la Iglesia, el Señor confía el cuidado de la humanidad, ¿qué estamos siendo? ¿ovejas o lobos? La Iglesia necesita pastores con olor a oveja, no mercenarios con intereses espúreos.