Los Reyes existen o, más bien, siguen existiendo en ese deseo de los padres de familia de dar la vida, regalándola a los hijos todos los días
Los niños aprenden a maravillarse ante el portal de Belén y a cantar villancicos y a escuchar las maravillas del amor de Dios a los hombres y descubren el don de la vida y su vinculación con los regalos que reciben.
En otros muchos lugares, esa vinculación se establece en la fiesta que se celebra el día 6 de enero y que se llama la epifanía, porque en ella se da una manifestación universal de la gloria de Dios y de su designio de salvación. Pero los niños no usan esa palabra. Para ellos es el día de los Reyes Magos y, en aquellos lugares, también de los regalos que ellos traen a lomos de los camellos.
La noche es larga y a veces les cuesta dormirse. Hay mucho nervio e ilusiones. Luego, por la mañana, siempre hay alguno que se levanta antes que los demás. Puede suceder que vaya directo a buscar sus regalos y que los abra y se ponga a jugar con ellos antes de que hayan venido los demás. Pero suele suceder también que la alegría se desborde y vaya corriendo a despertar a sus hermanos: “Mira, mira qué te han traído los Reyes”.
Ese “mira, mira” es maravilloso. La alegría de anunciar el regalo que nos ha sido dado y de invitar a la contemplación. Mirar, deleitarse y llenarse de admiración. Pienso que eso mismo le dirían María y José al pequeño: Mira, mira, Jesús, qué te han traído los Reyes.
Porque los Reyes existen o, más bien, siguen existiendo en ese deseo de los padres de familia de dar la vida, de continuar regalándola a los hijos todos los días. Hoy es un día para hacernos todos como niños y llenarnos de admiración y también de esperanza.