Esperanza Puente es una gran defensora del no nacido, actualmente dedica muchas horas al día a la atención de las madres embarazadas que, por circunstancias, se han planteado abortar. Ella misma pasó por esta trágica experiencia y, hoy, a través de esta carta a su hija no nacida, nos hace participes a todos de aquello que habita en su interior.
Querida hija, ha pasado mucho tiempo y, a pesar de todo, cada día te recuerdo como si fuera hoy. En mi corazón de madre nunca podré olvidar que estuviste dentro de mí y, por eso, siento que sigues conmigo.
Desde que te perdí hasta ahora, han pasado muchas cosas en mi vida. Siempre tuve la ilusión de tener más hijos, pero no ha sido así, o al menos de la manera en que yo humanamente quería.
Sé que tengo más hijos tanto en la tierra como en el cielo contigo. Dios ha permitido que pueda ayudar a otras mujeres a tener a sus hijos, como también ha permitido lo contrario, que no pueda llegar a otras madres. Estoy segura de que tú cuidas de ellos en el cielo. Como estoy segura de que estás con mi hermana, que también murió de bebé.
Hoy es un día especial, es el día de mi cumpleaños, y el día de Nuestra Señora de la Esperanza: a pesar del sufrimiento por haberte perdido de esa manera tan cruel, Dios me dio la ocasión de reparar lo que te hice y lo que me hice a mí misma. Permitió que conociera el infierno, permitió que conociera la ausencia de esperanza, pero su Misericordia me hizo renacer y darme la posibilidad de devolverle un poquito de lo bueno que Él me dio.
Cada día me enfrento a situaciones difíciles. Él me ha hecho comprender que no soy tan mala persona, que necesitamos la ayuda de los demás, pero especialmente de la suya. Alejarme de Él supuso perderte a ti.
A veces, cuando miro a tu hermano Enrique, pienso cómo te miraría a ti si vivieras…; pero sólo desde el amor de Cristo puedo dejar de pensar en eso que me hace tanto daño. Siento que tú, desde el cielo, me cuidas y le dices a Dios que me proteja. Eso me da la fuerza cada día para seguir adelante, para ayudar a otras mujeres y para soportar que otras mamás hagan lo que yo hice.
Mi querida Julia, porque para mí eres niña (aunque en el cielo sé que eso no importa): quiero que sepas que estarás siempre en mi corazón; y hoy, por primera vez en muchos años, quiero pedirte perdón.
No fui capaz de enfrentarme a la soledad y el miedo. Me vi abandonada y sin ninguna otra posibilidad. Aunque parezca una excusa, en aquel momento tuve que tomar una decisión precipitada porque nadie me dijo que tenía ayudas. Esa soledad es la que veo cada día en tantas mujeres, a las que sólo se les ofrece el aborto como “solución” ante su embarazo imprevisto o con dificultades.
Quiero que sepas que toda esta labor que estoy haciendo ahora en la Fundación RedMadre, por amor a Dios, me da la posibilidad de ayudar a otras mujeres que han vivido el mismo drama que yo. Te encomiendo a sus niños; y todos juntos, desde el cielo, velad para que nuestro trabajo tenga los frutos que el mundo necesita.
Adiós mi querida Julia. Con cariño, mamá.