Piden algunos que la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, o Catedral de la Asunción de Nuestra Señora, antigua Mezquita de Córdoba, se vuelva de titularidad pública, esto es, que su administración pase de la Iglesia a manos del Estado. No es la primera vez que surge este debate ni será la última, pues en el fondo forma parte del amago general de descristianización en Europa, que ya tiene décadas, si no siglos.
Entienden que sería más justo que un monumento histórico tan emblemático se convierta en laico y abandone su vocación confesional, porque eso sería más acorde con los tiempos. Pues el azar de la historia quiso que la Mezquita-Catedral, fuera obviamente una mezquita durante el Emirato y el Califato de Córdoba, y ya en el siglo VI la basílica visigótica de San Vicente Mártir, así que ahora su administración debería pasar, como todo, al poder de un Estado laico.
Como si el dominio estatal fuera una garantía de mejor administración en unos tiempos donde no se rinden cuentas responsables a nadie, y menos a Dios. Porque ese es el problema de fondo: se ha perdido a Dios, se ha perdido el norte, ahora todo vale, solo quedan los valores económicos, de beneficiarse lo antes posible del arca de casa impunemente como haría un niño egoísta y caprichoso de cinco años. En efecto, no vamos hacia la madurez, sino que volvemos a valores infantiles.
No ven que la pérdida de Dios, de los valores cristianos, es el error más grave en que puede caer una persona o una sociedad; un error que se acabará pagando, porque, como es lógico, a la larga produce otros errores también graves y que terminan perjudicando a los demás, sin darse cuenta, quizá cuando ya sea demasiado tarde.
Manuel del Pino