Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis corderos.»
Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Él le dice: «Pastorea mis ovejas.»
Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.»
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: «Sígueme» (San Juan 21, 15-19).
COMENTARIO
No es indiferente el momento en el que Jesús solicita la confesión de amor del discípulo, después de comer. Es decir, después de la celebración de la mesa del Señor.
Tampoco es insignificante el juego de los verbos “ama” y “querer”, que en castellano no tienen tanta diferencia como en el original griego. El verbo que traducimos por amar, en griego significa un amor desinteresado, total, por la persona misma. El verbo que traducimos por “querer”, tiene una dimensión afectiva más interesada, de alguna manera es una relación fundada en la amistad, en cuanto percibo esa relación. Jesús le pide al discípulo el amor total, gratuito, pero es discípulo confiesa una relación de amistad.
El amor de Dios, el amor de Jesús es transitivo, circular, no posesivo, misionero. Podríamos imaginar que, después de las negaciones de Pedro, esta escena acabaría en abrazo reconciliador, amigo. Pero sorprendentemente, a cada confesión de amor o de amistad, le sigue un envío pastoral, de entrega y donación a los otros.
Pero podríamos preguntarnos, ¿por qué le hace Jesús tres preguntas a Simón Pedro sobre su relación con Él? Es fácil encontrar la correspondencia con las negaciones que profesó el discípulo. Desde esta concurrencia, cabe observar como las negaciones fueron de menos a más, y la solicitud de amor fue de más a menos. Yo interpreto que esta arquitectura de se debe a que quien confiesa su amor no es el discípulo al Maestro, sino el Maestro a su discípulo.