Todo gira en torno a la gruta de Massabielle. Ahí, en una hoquedad de la roca, Bernadette degustó el cielo. Conoció a la Señora, y esto fue más que suficiente para que más tarde pudiera sobrellevar con paz persecuciones, incomprensiones, etc. María le dirá: “No le prometo la felicidad de este mundo sino la del otro”. Bernadette murió a los 35 años y su cuerpo permanece incorrupto. Hoy Lourdes es un lugar de búsqueda y encuentro; más de seis millones de personas lo visitan al año. Entre otras cosas, porque Lourdes sigue siendo escuela de fe.
Durante un fin de semana hemos visitado Lourdes, al amparo del programa de turismo religioso AVE MARÍA. Lourdes, enclavado en los Altos pirineos franceses, actualmente cuenta con 16000 habitantes, aunque a lo largo del año recibe un flujo de peregrinos y turistas que supera los seis millones de personas. Lo primero que llama la atención de este enclave son sus calles repletas de tiendas con objetos de recuerdo, rosarios, botellitas de plástico, vírgenes, velas, etc. También es curioso observar la cantidad de hoteles —unos 240— que prestan sus servicios en tan reducido espacio; en concreto, Lourdes es la segunda población francesa, después de París, en cuanto a número de hoteles por kilómetro cuadrado. Pero sería un error situarse en la mera apariencia, y no profundizar en el verdadero significado de Lourdes. Así, monseñor Brouwet, obispo de Tarbes-Lourdes define en pocas palabras lo que uno puede —y debe— encontrar en Lourdes: «Nuestra misión es ayudar a entender a los peregrinos y visitantes que son amados por Dios (…) Nuestro santuario tiene un futuro si permanece fiel a la misión que se le ha confiado y si sabe entender la sed de los que vienen a beber en la fuente».
Y esa sed, que es la de buscar a Dios, puede ser saciada en la gruta de Massabielle. En realidad todo gira en torno a este lugar en el que en 1858 una niña de catorce años, Bernadette Soubirous, verá durante seis meses —y en dieciocho ocasiones— a una joven muy hermosa, vestida de blanco, la cual en los primeros encuentros no dirá nada, solo rezará el rosario con ella. «En la abertura de una roca, llamada cueva de Masse-Vieille, vi a una joven. Creyendo engañarme, me restregué los ojos; pero alzándolos, vi de nuevo a la joven, que me sonreía y me hacía señas de que me acercase. La mujer vestía túnica blanca con un velo que le cubría la cabeza y llegaba hasta los pies, sobre cada uno de los cuales tenía una rosa amarilla, del mismo color que las cuentas de su rosario. El ceñidor de la túnica era azul. (…) Tuve miedo. Después vi que la joven seguía sonriendo. Eché mano al bolsillo para coger el rosario que siempre llevo conmigo y se me cayó al suelo. Me temblaba la mano. Me arrodillé. Vi que la joven se santiguaba… Hice la señal de la cruz y recé con la joven… Mientras yo rezaba, ella iba pasando las cuentas del rosario (…) Terminado el rosario, me sonrió otra vez. (…) Aquella Señora no me habló hasta la tercera vez».
Bernadette llamará a esta joven “Aqueró”, “Aquella”, en su dialecto particular. Hasta la aparición número dieciséis, “Aqueró” no desvelará su identidad. Entonces dirá a Bernadette unas palabras incomprensibles, dado los escasos conocimientos que la niña tenía: «Yo soy la Inmaculada Concepción», le dirá. El dogma de la Inmaculada Concepción había sido aprobado por el papa Pío IX tres años antes, y resultaba del todo improbable que una niña que se dedicaba a pastorear las ovejas de otros, tuviese conocimiento de ello…
Bernadette no supo leer ni escribir hasta los dieciséis años. ¿Y qué dice Aqueró —o la Señora, como la llamará más tarde— a Bernadette? En la aparición del 24 de febrero, habla de oración y penitencia. La palabra “penitencia” la repite tres veces. Pero será la aparición del 25 de febrero la que resultará más inquietante: la Señora le pide a Bernadette que beba agua del manantial y que coma de las plantas que crecen por los alrededores. Bernadette interpreta que ha de ir a beber al río Gave, y hacia allá dirige sus pasos, pero la Señora le indicará con el dedo que escarbe allí mismo, en el suelo. Imaginemos la situación. Una gran muchedumbre se había congregado en torno a la gruta. Expectante por las apariciones y atónita, ve como Bernadette tras escarbar infructuosamente la tierra, se ensucia el rostro con las manos enfangadas, e intenta beber unas gotas de agua. Después, mastica unos hierbajos… y la tomaron por loca. Será un poco más tarde cuando de ese hoyo enfangado brotará un manantial de agua. Este manantial es el que hoy por hoy suministra agua a todo el complejo de Lourdes; así, el agua aquí tiene un especial significado de sanación (María dirá a Bernadette: «Vaya a beber y a lavarse en la fuente»), de momento, y desde 1858, son ya 69 curaciones documentadas por la Iglesia e inexplicables científicamente.
Danila Castelli, italiana, ha sido hasta ahora la última persona curada; aquejada de graves crisis espontáneas de hipertensión, recobró la salud en Lourdes, en 2013. Precisamente este manantial ha sido expuesto a los peregrinos en la reciente remodelación de la gruta. Antes estaba oculto, ahora puede ser visto por todos. Otra novedad es que ya se puede conectar por internet, desde cualquier lugar del mundo, con la gruta de Massabielle, y seguir los actos litúrgicos que haya programados. También es posible, conectándose con la página web del Santuario de Lourdes, encargar que se encienda una vela en tu nombre.
el poder de la fe
Enlazando con lo anterior, actualmente está en marcha un proyecto de remodelación de la gruta y alrededores, que finalizará en 2016; en este tiempo, entre otras cosas, se construirá un puente móvil —no vulnerable a las crecidas del río Gave—, se adecuará el espacio donde se colocan las velas, se acondicionará la zona donde los peregrinos esperan para el baño del agua y habrá nuevas fuentes donde se podrá beber y coger agua para llevar a casa o regalar. Conviene decir que el agua de Lourdes no tiene ningún poder mágico, quien la toma confía, sencillamente, en la misericordia de Dios. Como dirá la misma Bernadette, «este agua no tendría poder sin la fe».
Eillen, salvadoreña que vive desde hace cuatro años en el reino de Bahrein, a 30 km de Arabia Saudí, ha venido a Lourdes en un viaje relámpago porque tenía la necesidad de reafirmar su fe. «Tenía que fortalecer mi fe, porque ahora mismo donde vivo la situación es complicada. Yo en Bahrein no puedo llevar actualmente ningún signo visible de que soy cristiana, esta cruz —dice señalando su cuello—, no podría ponérmela allí. Ya hay policía custodiando las iglesias, por miedo a los atentados de ISIS. Mi historia es el milagro de la fe. Al Señor nada le detiene. Hace cuatro años me sometí a una operación de columna que no salió bien y hubo que realizar otra operación posterior. A consecuencia de ello me quedé en silla de ruedas, con un collarín en el cuello y sin poder moverme. No podía andar, no podía lavarme sola, mi hermana venía a lavarme la cabeza porque mi hija no se atrevía, pues la zona del cuello era muy delicada. Los médicos no sabían qué iba a ser de mí. Mi marido había perdido el trabajo y yo también. Los dos en paro. En esta situación, en silla de ruedas, recién operada, me surge una posibilidad de trabajar como profesora de Arte en Bahrein. Y yo le dije al Señor: “Señor, si es tu voluntad me voy a ir a trabajar al otro lado del mundo, y me tienes que sanar”. Yo en ese momento no podía caminar, hice la entrevista de trabajo por skype con el collarín puesto… y me dieron el trabajo. ¿Cabe en cabeza humana que a alguien le den un trabajo en la situación en la que yo me encontraba? Más aún, ¿quién podía pensar que después de tres meses y medio en silla de ruedas me recuperaría totalmente? Por el aeropuerto iba en silla de ruedas, y cuando el avión llegó a Bahrein, les comenté a las azafatas que quería bajar del avión por mi propio pie, que no sacasen la silla de ruedas. Al Instituto donde trabajaba llegaba tarde siempre… tuve que aprender a caminar, a vestirme… pero Dios es grande».
Otra peregrina que viaja con su madre —ambas de México (Chiapas) — comenta: «Estamos contentísimas. Volvemos a casa renovadas interiormente. En Lourdes hemos podido asistir a todo, todo: hemos confesado en la capilla de la reconciliación, hemos asistido al Vía crucis, al rosario nocturno de las antorchas, la misa en la gruta, el baño en las piscinas, todo, todo».
experiencias de comunión
El complejo de los Santuarios está formado por la gruta de Massabielle, más las Basílicas de la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora del Rosario y San Pío X. Alrededor de una hora después de la procesión de las antorchas hay una eucaristía en la gruta. Ya es tarde, la mayoría de los peregrinos se han retirado a sus lugares de alojamiento. Solo quedamos unos pocos, alrededor de cincuenta o sesenta personas que nos disponemos a vivir una experiencia íntima con el Señor. Me uno a un grupo de peregrinos italianos y la eucaristía, por tanto, se celebra en este idioma. No hace frío, tampoco viento, se está bien. A mi lado derecho se sienta un chico joven con síndrome de down. No es el único enfermo, hay también varias personas en silla de ruedas. Lourdes no se entiende sin los enfermos. El ambiente es de intensa oración, de silencio expectante. Los pocos españoles y de otras nacionalidades que asistimos a esta misa nos unimos a los cantos y a las oraciones cada uno en nuestro propio idioma, aunque confieso que yo me uno, en cuanto me es posible, a la lengua italiana… Me encanta su sonoridad, y también la forma de expresarse en la oración: “Ave, oh María, piena di grazia, il Signore é con te,
tu sei benedetta fra le donne e benedetto é il frutto del tuo seno, Gesú”.
En el pasillo central, cerca del altar, una mujer permanece de rodillas durante toda la celebración. Después de la eucaristía, aún podemos quedarnos un rato más. Ese pan vivo, bajado del cielo, que ya hemos recibido, está presente entre nosotros también ahí, en la custodia colocada sobre el altar. Cuando el sacerdote alza la custodia y bendice a la asamblea tengo la certeza de que es el mismo Cristo quien nos bendice a cada uno de nosotros. Pobres e indignos, pero a la vez hijos del Padre y herederos del cielo. Esta misa en la gruta es uno de los actos que cada día se celebran en Lourdes. También se reza el rosario en la gruta.
En Lourdes se organizan dos procesiones al día, una eucarística, y otra mariana con el rezo del rosario (la procesión de las “antorchas”). Esta última es la más popular. En el silencio de la noche, conmueve experimentar la comunión con personas de distintos países, padres con sus hijos de la mano, enfermos, ancianos, jóvenes, todos unidos en torno a la Madre, cada uno desgranando las cuentas del rosario en su idioma. También resulta impactante la experiencia de comunión de la llamada “misa internacional”, en la basílica de san Pío X. Con aforo para 25.000 personas, esta construcción en forma de barca boca a bajo es además una maravilla de la ingeniería: la nave ovalada no tiene un apoyo central, se sostiene a través de las vértebras laterales. Por cierto, en una de sus capillas se encuentra un fragmento de la sotana manchada de sangre que portaba el papa Juan Pablo II el día (13 de mayo de 1981, día de la Virgen de Fátima) en que sufrió el atentado en la plaza del Vaticano.