“Terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron. Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaban los enfermos en camillas. En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban”. Marcos 6, 53-56
Jesús y sus discípulos recorren toda la comarca, dice este Evangelio, recorren nuestros pueblos y ciudades, y los que le reconocen acuden a Él llevando a los enfermos en camillas. Así ocurre hoy mismo. Si nosotros le reconocemos, acudimos a Él y llevamos en camilla, a hombros o de la mano, a las ovejas perdidas, a los enfermos, para que les toque. Porque aquellos que “le tocaban se curaban”. Todos los que estamos en la Iglesia hemos sido en algún momento “tocados por Él”.
El Papa Francisco dice que la Iglesia es un hospital de campaña, donde acuden en busca de curación todos aquellos que sufren en su propia vida por causa de sus pecados y de los pecados de los demás; todos aquellos malheridos, el desecho del mundo, los abandonados en medio del campo de batalla del Diablo y el mundo contra Cristo y su Iglesia.
Nosotros somos curados por Él, hemos sido recogidos malheridos del camino por Él, el buen samaritano, y nos ha llevado a la posada, al hospital de campaña que es la Iglesia, la comunidad, y allí hemos sido acogidos con misericordia totalmente gratis. Y Él, el Buen Médico que sana para siempre, nos ha dicho: “Ahora haz tú lo mismo”. Por eso nos invita a llevar en camilla a los enfermos, a los que sufren, para que todos aquellos que se encuentre con Él y “le toque se curen”.