Tomó la palabra Jesús y dijo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. (San Mateo 11, 25-27).
COMENTARIO
¿Qué poderoso de la tierra revelaría sus secretos a los pordioseros de su reino? ¿Qué grande de este mundo revela sus confidencias a los pequeños de la tierra? Jesucristo, el Hijo Único de Dios, bendice a Dios Padre Todopoderoso por haber revelado los secretos del Reino a los pobres y sencillos, a los pequeños de este mundo. En verdad su reino no es de este mundo.
Los secretos del Padre, los secretos del Hijo, los secretos de la Santísima Trinidad han sido revelados a los pequeños. ¿Cómo es posible? Lo que los sabios de este mundo no han podido vislumbrar, lo que los poderosos de este mundo no pueden ni podrán nunca encontrar, ha sido revelado a los más pequeños entre los pequeños.
¿Y quiénes son los pequeños? Los pequeños no son los bajitos, ni los infantes, ni siquiera los pobres de dinero o de voluntad. Los pequeños son los cristianos. Porque sólo los que son como niños pueden entrar en el reino de los cielos. Porque sólo los que se agachan pueden entrar por la puerta estrecha. Porque sólo los pobres de espíritu pueden ser habitados por el Espíritu Santo. Porque es a ellos a “quien el Hijo se lo quiere revelar”.
¡Qué el Señor nos conceda el don y la gracia de encontrarnos entre sus pequeños!